La espiritualidad

El anciano estaba diciendo: 'De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir: 'Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo'. A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: 'Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo'. Aunque solo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho.

Ahora, que soy anciano y que tengo los días contados, he empezado a comprender lo tonto que he sido. Hoy mi única oración es la siguiente: 'Señor dame la gracia de cambiarme a mi mismo'. Si hubiese orado así desde el principio, no habría malgastado mi tiempo en tratar de cambiar el mundo...

Cuando recibí la invitación a participar en este foro, me llegó una presentación con el texto que encabeza estas líneas, decidí entonces participar con este pensamiento: “Cambiarme a mí mismo para cambiar el mundo”.

De una forma o de otra siempre esperamos que las cosas sean diferentes, renegamos de nuestra pareja, de nuestros hijos, de nuestros compañeros de trabajo, del vecino, del que vende en el supermercado, del tiempo, del tráfico en la ciudad, de los compañeros de nuestro grupo religioso, etc., etc.; pero no renegamos de nosotros mismos, no nos damos cuenta que sentimos a los demás como los sentimos porque en mí hay algo que me hace sentir así, siempre, sin excepción, otro en mi lugar y con mis circunstancias sentiría completamente diferente, tal vez mejor, tal vez peor, no importa sencillamente siente y ve las cosas de modo diferente al mío.

Hay tantas formas de percibir la realidad como personas hay en el mundo, así que pretender que los demás se comporten a mi manera a mi gusto es una tarea por demás imposible. Por eso el único camino para lograr la paz, la armonía y el amor con el mundo es cambiando mi forma de percibir, mi forma de relacionarme, mi forma de sentir.

Es en verdad una fórmula sencilla y que se reduce a una expresión que me encanta de uno de mis escritores preferidos, el español RAMIRO CALLE, que invita a que vivamos en una GOZOSA ACEPTACIÓN DEL MOMENTO PRESENTE.

“En la mente se puede cambiar la conducta, el comportamiento y la relación. Esa es la conquista de uno mismo, y no resignarse de por vida a la propia estupidez” .

Esta vivencia gozosa sin embargo no es fácil de adquirir, requiere compromiso personal y no puede darse hasta que aprendemos a acallar nuestra mente, hasta que desarrollamos una percepción limpia de la realidad circundante, sin juzgar, sin esquematizar, sin etiquetar.

Desde que nacemos vamos siendo condicionados por el medio, nuestros padres, nuestros maestros, nuestra herencia cultural, nuestro entorno, crecemos y no somos dueños de nuestra mente somos “reactores y no actores” de nuestra vida, en palabras de John Powel / , y no es hasta que tomamos con seriedad la tarea de purificar nuestra mente que somos dueños de nosotros mismos, que descubrimos la grandeza de vivir a plenitud, desde la libertad de los verdaderos hijos de Dios, desde el amor, con el amor y por el amor.

Podemos asistir a miles de retiros, podemos pertenecer a diversos movimientos de iglesia, podemos comprometernos con infinidad de organizaciones de ayuda comunitaria, pero mientras no nos comprometamos con la tarea de descubrirnos a nosotros mismos y de trabajar para cambiar desde el Amor de Dios en mí, todo será en vano permanecemos vacíos y con una permanente sed de insatisfacción, viendo siempre la paja en el ojo ajeno y tratando de tapar con un dedo la viga en el mío.

Hay muchos caminos para lograr la tarea de descubrirnos a nosotros mismos, y ninguno es fácil, porque mirarnos a nosotros mismos, con aceptación es una tarea difícil, pero no imposible; lo hermoso es que una vez que nos comprometemos a hacerlo cada paso conduce al siguiente, y ya no importa que se nos vaya la vida en ello porque al aprender a vivir cada momento con intensidad y presencia verdadera, estamos sembrando para un mejor futuro, y estamos viviendo en plenitud.

En esta hermosa búsqueda de uno mismo, en primera instancia debo esforzarme en observarme, analizar mis reacciones, no para criticarme, sino para encontrar la verdadera causa de mi gozo o de mi enojo, ya que no importa que sea lo uno o lo otro cada vez que es desmedido, es porque lo que esta sucediendo en el momento es tan solo la gota que ha rebalsado el vaso, la causa verdadera es muchas veces aquello que nos resistimos a aceptar.

En ese momento aprender a respirar, contar como decían nuestros abuelos de atrás para adelante es un excelente recurso para calmar el sentimiento, no para negarlo sino para observarlo y aprender o descubrir el mensaje que nos trae, descubrir la raíz de nuestro enojo o alegría desmedida y tomar decisiones más sabias.

Debemos aprender a ser ecuánimes en la alegría y el dolor ya que cualquiera que sea pasará tarde o temprano y lo uno siempre conduce a lo otro, así que ser ecuánimes vivir con ánimo de entrega desprendida nos hace crecer y nos permite vivir con intensidad y gozosa aceptación.

Aprender a relajarnos es otra etapa del proceso, vivir en armonía, sin comportarnos ante las situaciones como leones en pos de la presa, tensos y a la defensiva, presuponiendo y anticipando cosas que no se han dado y tal vez no se den y si se dan relajados podemos siempre tomar mejores decisiones, podemos ocuparnos no preocuparnos.

Silenciarnos dos veces al día para cargar baterías en la presencia de Dios Vivo en nosotros, con nosotros y en nosotros, aprender a orar en el silencio, con la confianza de que en el silencio Dios habla a sus hijos no importa que mi mente no comprenda mi espíritu recibe la enseñanza, mi vida revestida de nuevo ropaje me lo confirma poco a poco, nadie que se exponga a su presencia puede permanecer igual.

Hacer nuestra revisión de vida a al final de cada día, porque todo compromiso de cambio requiere una revisión diaria de comportamiento a objeto de ir aprendiendo de los errores y de los éxitos, esto nos permite reconocer virtudes y debilidades, y se va aprendiendo a fortalecer las unas y a deshacerse de las otras; el objeto ante todo debo ser tener comprensión y amor consigo mismo, siendo suaves pero no indulgentes, reconocer las equivocaciones para esforzarnos a no volver a caer en los mismos errores, para aprender a caminar en libertad y amor.

Decía Santa Teresa de Calcuta, que no importaba si su labor era una pequeña gota de agua en el inmenso desierto de la indiferencia, de la falta de amor, de la injusticia, que si su gota, la tuya, la mía se juntaban un día sería un inmenso océano de amor. Si tú, el otro y yo somos mejores cada día y vivimos en plenitud y en armonía, haremos diferencia en el mundo.

No importa que profesión tengo, a que me dedico, la esposa de quien soy, la madre de quienes, la amiga, etc. Lo que en verdad soy es: UNA UNICA Y PROFUNDA AMADA HIJA DE DIOS, El AMOR que se revistió de esta piel, de esta mente y que necesita y quiere llegar al mundo en esta forma de sentir y amar que se llama para el mundo Isabel Deyanira, pero que solo podrá dar todo lo que está llamada a ser y hacer el día que aprenda a vivir en completa comunión con El y en El y eso será el día que aprenda a acallar mi mente, a ser el actor de mi vida, para que mi Ser Interior, Dios en mí, se realice a plenitud.

Isabel Deyanira

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