Hoy en la doble columna: La Comparativa de Mauricio Funes y Barack Obama

El elefante y la hormiguita	Obama y Funes, ¿existe comparación?
Por Joaquín Samayoa* “¿Ya se dio cuenta, señor elefante, de la gran polvareda que estamos levantando?”, le preguntó una hormiguita, rebosante de orgullo, al enorme paquidermo que inadvertidamente la había acarreado en su lomo mientras corría enfurecido de un lado a otro arrasando con todo lo que encontraba a su paso. El elefante no reaccionó ante el comentario del insecto. El ruido de la estampida era tan fuerte que ni siquiera pudo percatarse de que la hormiguita le estaba hablando.El senador Barak Obama surgió casi de la nada, pero llegó en un momento oportuno. Ha recorrido varias veces, de punta a punta, su país, con un mensaje de esperanza sustentada en las capacidades y en la responsabilidad de la gente común y corriente. En una verdadera estampida política, logró persuadir a millones de votantes de todas las edades, etnias, religiones, credos políticos y condiciones sociales. A pesar de su juventud y del color de su piel, está a punto de convertirse en el próximo presidente de los Estados Unidos de América. Su partido tiene por mascota a un burro, pero Obama estaría mejor representado por el símbolo de sus adversarios, el elefante, un animal inteligente y ordinariamente apacible, pero poseedor de una fuerza descomunal. En su caso, fuerza espiritual. Fuerza de ideas positivas. Fuerza que emplea para inspirar y para sobreponerse con serenidad a los prejuicios y a los incesantes cuestionamientos y ataques —legítimos algunos, viles la inmensa mayoría— que le hacen sus adversarios. Aunque tengo una clara preferencia en esa elección, que no es la nuestra pero tiene considerables repercusiones para toda la humanidad, no quiero referirme a eso, sino a algunas apreciaciones que establecen implicaciones o semejanzas injustificadas entre el proceso electoral estadounidense y el nuestro. En primer lugar, el triunfo de Barak Obama, si finalmente ocurre, no debe tomarse como augurio de victoria para Mauricio Funes. El FMLN no debe cometer el mismo error de la hormiguita, ya que el arrastre popular de Obama y el de Funes son fenómenos sociológicos y políticos que no guardan relación alguna. Funes puede ganar aunque pierda Obama y puede perder aunque gane Obama. La única coincidencia entre Obama y el FMLN es el uso intensivo de la palabra “cambio”, aunque con significados muy diferentes. Esa palabra, por cierto, no es mágica ni tiene en sí misma nada de novedoso. Ha sido el caballito de batalla de todos los partidos de oposición en todas las sociedades desde que existen las contiendas políticas. Propugnar cambios nunca ha sido garantía de éxito electoral. Lo que marca la diferencia es el contenido de los cambios, sus implicaciones y la confianza que merecen quienes los proponen. Cierto es que, allá como aquí, hay amplios sectores de la población que tienen razones para desconfiar del partido que ha estado al frente del gobierno. Sin embargo, las rezones de ellos son mucho más contundentes que las nuestras: una guerra que nadie sabe cómo ganar y que cobra muchas vidas y miles de millones de dólares cada mes; una responsabilidad directa del gobierno, por acción y omisión, en la más grave crisis del sistema financiero global, con repercusiones mucho más severas e inminentes para muchas más personas. Eso significa que el voto de castigo es mucho más duro allá que aquí. Aun así, hay allá mucha gente, casi la mitad del electorado, para quienes no es evidente la necesidad de cambio; gente que teme que el remedio pueda resultar peor que la enfermedad. El éxito de Obama no se debe tanto a los errores que señala, sino a la solidez de su liderazgo y a la sensatez de las soluciones que propone. No se queja por los limones que le lanzan sus adversarios. Los toma, hace con ellos limonada, la vende y termina ganando. Si sus ideas fueran contrarias al sistema de libertades económicas, políticas y civiles, Obama no habría llegado más lejos de New Hampshire. En Estados Unidos, los partidos que tienen agendas radicales ni siquiera aparecen en las encuestas. Tal es su irrelevancia que mucha gente no sabe que existen. El Partido Demócrata no es de izquierda ni tiene predilección por el FMLN. Tanto los demócratas como los republicanos manejan la política exterior en función de los intereses de su país y con apego a principios de solidaridad entre los pueblos. No es a cuestas de Obama o de Chávez que Mauricio Funes puede llegar a la presidencia, pero podría aprender de ellos lo que debe hacer y lo que debe evitar. *Columnista y Director de FEPADE - Publicación en la Prensa Gráfica	Por Leonel Flores* La candidatura del demócrata Barack Obama ha despertado las más profundas esperanzas del cambio en gran parte del pueblo norteamericano, no solo por que se trate de la primera persona de color para la presidencia del país mas poderoso del mundo, sino que desde Kennedy no ha habido un candidato que genere tanta confianza y despierte pasiones en la comunidad de EEUU. Sus discursos son elocuentes, sinceros, directos, no se necesita de interpretarlos, son tal cual los expresa. “El cambio en el cual creemos” es el lema de su candidatura que ha acaparado a políticos de todo el mundo como una esperanza de recuperar la credibilidad de la democracia en el pueblo norteamericano. Está siendo atacado por la desinformación mediática de la forma mas vil, y sus jefes de campaña llegaron incluso a recoger millones de firmas para detener los ataques bajos que estaba sufriendo de los medios conservadores y derechistas de la nación, algo de impacto tuvo pues se han moderado los ataques hacia él. La política exterior de Estados Unidos ha marginado América Latina y se ha hecho merecedor de recelo y antipatía en el mundo europeo y otros continentes, sus tratados de libre comercio y sus intervenciones militares a base de mentiras y engaños ha dejado al país con una deficiente política exterior y con enemigos por doquier. Es innegable que Estados Unidos necesita el cambio que Obama promete. Los latinoamericanos no hemos sido la excepción en expresar nuestra simpatía con el candidato demócrata, por supuesto no hablo de un cien por ciento de latinos, pero es obvio que una gran mayoría tiene centradas sus esperanzas en los cambios económicos, políticos, migratorios que el candidato afroamericano ofrece. De hecho que más esperanza podemos esperar con lo dicho en unos de sus discursos refiriéndose a los inmigrantes: "No sólo porque tenemos que asegurar nuestras fronteras y asumir control de quién entra en nuestro país. Y no sólo porque tenemos que tomar medidas estrictas contra los empleadores que abusan de los indocumentados, sino porque tenemos que sacar, finalmente, a esos 12 millones de personas de las sombras'. Barack Obama, Julio 12, 2008. En El Salvador, desde hace varias décadas no ha habido un candidato presidencial que desborde las más esperanzadas pasiones del pueblo salvadoreño como la candidatura de Mauricio Funes. Muchísimo antes de su desbordante lanzamiento en noviembre de 2007, ya se mencionaba abiertamente en el interior y en el exterior del país vientos de cambios y su nombre aparecía en la lista de los más populares del país. Inmediatamente después de su lanzamiento y de medir su popularidad con encuestas que desde un principio lo ubicaron con una ventaja cómoda contra cualquier otro candidato, comenzaron los golpes bajos y los ataques de los medios de desinformación alistados al partido en el poder. La candidatura del periodista lo ha llevado ha sentarse con los más altos funcionarios políticos en el exterior, y ha hecho que se genere una serie incontable de movimientos que apoyan con una gran confianza su candidatura para ser presidente del pequeño país centroamericano. En enero de 2008, el blog de Centro América y mas allá (Central America and Beyond) postula “El Obama de El Salvador”, y menciona que la popularidad de Mauricio Funes es única en la reciente historia de la política salvadoreña, y puede ser comparado con el estado de “estrella de rock” que por este momento pasa Barack Obama. Su lema no dista del candidato norteamericano: “Nace la esperanza, viene el cambio”. Con este lema ha despertado verdaderas esperanzas en un pueblo sometido a la extrema pobreza, altos niveles de delincuencia, corrupción, analfabetismo, insalubridad, irrespeto a los derechos humanos que se ha ido acentuando a lo largo de más de una década. Como algo inédito, el prestigioso periódico Washington Post cubrió un evento al cual asistió el candidato en el cual despejó las dudas de los políticos norteamericanos y sostuvo: “El Salvador seguirá estrechando lazos con EEUU, donde vive una gran parte de nuestros compatriotas”, afirmando además: “La empresa privada no debe temerle a la izquierda así como la izquierda no debe temerle a la empresa privada”, palabras que desbordaron aplausos entre los presentes, según el prestigioso periódico. Imposible asegurar si existe comparación o no, pero lo que sí se puede comparar es que los dos representan un cambio que sus pueblos exigen, por la decadencia de ambos partidos que ostentan el poder actualmente y no han respondido a las necesidades de las mayorías. Es de esperar que ambos candidatos consideren que el desastre actual del capitalismo, no implica necesariamente un cambio radical de doctrina ideológica, sino de la recuperación de la institucionalidad del estado, pactos sociales, concertación, y soluciones realistas a los problemas de acuerdo a las necesidades de cada nación. *El Dr. Leonel Flores es medico salvadoreño radicado en Maryland, USA(*)

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