La Democracia vs. el Capitalismo
Primero la Democracia y su hijo, el Estado de Derecho, luego el Sr. Capitalismo
Por José Manuel Ortiz Benítez
Se erra en el análisis, cuando tomamos estado de derecho por sistema capitalista y viceversa. El primero corresponde al régimen político-democrático de libertades y obligaciones y el segundo al sistema económico-productivo. Aunque la relación entre ambos se ha venido estrechando cada vez más en los últimos 40 años, no son lo mismo.
La otra gran puntualización es que el estado de derecho, acuñado en el sistema político, se elige, mientras que el capitalismo, apalancado en el poder económico, se hereda, se transfiere o se crea por otras vías más emprendedoras que democráticas.
Al final, espero que se aclare el por qué traigo a cuenta estas puntualizaciones, que, como bien observan, entran dentro del terreno de lo obvio.
Con el desmán actual, los conservadores y neoconservadores defienden con uñas y dientes el pensamiento de que el sistema capitalista es el “gran garante histórico” de las libertades y avances sociales logrados por el hombre, cuando en realidad ese título le corresponde al sistema político-democrático.
El sistema capitalista actual no entiende de libertades y avances sociales, ni de Derechos Humanos, estas problemáticas le son indiferentes. Entiende de obligaciones productivas, de beneficios, de inversiones estratégicas y de otros inventos financieros más sofisticados para acelerar ganancias.
El capitalismo va a lo suyo, a hacer dinero, quien mejor lo domina, más acapara y éste no empleará a nadie si es capaz de hacer el trabajo con una máquina autómata. Por el contrario, el régimen político-democrático ha de velar por el bien de las grandes mayorías.
Por regla general, el estado no crea riqueza. La riqueza la hace el sistema capitalista. Y a diferencia de algunos amigos del sur, los denominados promotores del socialismo del siglo XXI, como sistema generador de riqueza, no hay otro contendiente más eficiente para hacer reproducir más y mejor el dinero, y, por añadidura, la economía real, que el sistema capitalista. Con todos los respetos, debatir sobre este punto con alguien que opine lo contrario no vale la le pena, naturalmente desde un punto de vista meramente intelectual.
La quid de la cuestión está en otro punto, en el “reparto”, entendiéndose éste como el sistema tributario a cargo del sistema político-democrático que redistribuye y devuelve los impuestos imputados al capitalismo, en forma de mejor educación, salud, creación de oportunidades, etc., a las mayorías, que al final son las que terminan fortaleciendo y legitimando ambos sistemas, el político-democrático y el capitalista.
Mientras el “reparto” sea equitativo, es decir favorable al “gran colectivo”, como lo fue en los países desarrollados entre el final de la II Guerra Mundial y mediados de los años setenta, bien vamos.
Por el contrario, mientras el reparto sea como lo ha venido siendo estos últimos 25 años –la riqueza se ha ido resbalando, a gran velocidad, hacia el terreno de las pequeñísimas minorías– mal vamos.
El otro gran problema es que el capitalismo, al haber tomado el control absoluto del dinero en todas sus formas, incluida la virtual, además del control que ya ejercía sobre la economía, se ha vuelto tan poderoso que se ha llevado por delante al sistema político-democrático.
Sin mencionar las millonarias contribuciones corporativas a las campañas políticas, las grandes industrias norteamericanas, la petrolera, la farmacéutica, pero, en especial, la gran industria bancaria, desde la era Reagan, han hecho un lobby aplastante en los corredores del Capitolio y la Reserva Federal de los Estados Unidos para que el poder político-democrático legisle y lleve a cabo una política acorde a sus intereses. Quien cree que la FED sube o baja los intereses sin tener en cuenta para nada la opinión de los grandes banqueros de EE.UU. probablemente se equivoca.
La FED en sí misma es una institución cuyos accionistas mayoritarios son los grandes dueños de la banca privada americana y su política tiene muy en cuenta a los socios que forman parte de ella y a la industria del dinero en general. Por ahí pudo cocinarse la política de la “no supervisión” que ahora todo el mundo echa tanto en falta.
Hay gente, sin embargo, que culpa a los funcionarios y a los políticos de bajar el precio del dinero irresponsablemente por debajo de la tasa de inflación y “libera” de cualquier miga de responsabilidad a la industria bancaria, como si ésta no tuviera nada que ver ni con las políticas monetarias llevadas a cabo por la FED, ni con el negocio loco, rentable y endiablado de las “subprimes”.
Bajar el precio del dinero por debajo de la inflación no es inédito, ni tan diabólico para la economía real como algunos argumentan, muchas veces en el pasado la FED ha traspasado esa línea y nunca habíamos llegado a una crisis global como ésta. La segunda economía del mundo, Japón, pasó largos años con un tipo de interés a cero y ahí nunca pasó eso de “forzar” al mercado, por el bajo precio del dinero, a prestar dinero de forma irresponsable como si lo han hecho demasiados banqueros en EE.UU.
Pero el capitalismo incluso ha ido un poco más allá, ha pasado de basarse en la productividad real –mano de obra, maquinaria, materias primas, etc.– para aventurarse en un sistema de dinero riesgoso, no regulado, de alto rendimiento, donde se canjean derivados, futuros, swaps, etc. sin ningún valor real en la economía productiva, más que el especulativo.
Es decir, simplificándolo un poco, el capitalismo se ha vuelto una especie de casino, donde se intercambian artilugios financieros que no están basados en la productividad real de ningún producto tangible de consumo. Pero, paradójicamente, su comercialización sí ataña a la economía real por aquello de la confianza psicológica del mercado. Por ahí debe orientarse la era de la “nueva supervisión mundial” de los mercados.
La crisis, emanada de las “subprimes”, entre otras, ha puesto al descubierto ese arrebato desmesurado del capitalismo como sistema, que han llevado a cabo los grandes banqueros de Estados Unidos: ganar dinero como sea.
En la Francia del neoconservador y, hasta hace 5 meses, total incondicional del “Laissez Faire”, Nicolás Sarkozy, han inventado un nuevo sustantivo para referirse a los dirigentes de esa banca de alta sociedad enloquecida por hacer dinero rápido a cualquier precio. Acertadamente, les llaman “bankgster”. El eufemismo encaja, pues, estamos hablando de los amos de eso que ahí también denominan de forma singular como “gangsterismo bancario”.
Pero, a pesar de las repudias hacia estos reptiles financieros que han puesto de rodilla a todo el sistema capitalista, no debemos caer en aquel viejo dicho que dice “muerto el perro se acabó la rabia”. Tras el perro muerto, podemos caer todos, muchos a causa de hambre, que ya es demasiado terrible.
No se trata de aprovechar el momento para matarlo por que, entre otras razones, de momento no tenemos otra alternativa capaz de operar la gran cadena productiva para alimentar a ciudades verdaderamente desbordadas y congestionadas de humanidad como México DF, Sao Paolo, Seúl, Nueva York, Tokio, Shangai, Mumbai, Karachi, etc. ¿O es que alguien tiene un plan alternativo serio y viable para alimentar a todas esas grandes aglomeraciones humanas apiñadas en ciudades verticales de más de 10 millones de habitantes con un sistema distinto al de la gran cadena productiva, basada en la eficiencia, la ganancia y la propiedad privada que ofrece este jodido capitalismo?
En realidad, no se trata de cambiar ningún sistema –por decirlo de alguna manera gráfica, estamos atrapados en él– sino de volver a la filosofía y la práctica de reequilibrar la riqueza que produce el sistema productivo capitalista, añadiendo las nuevas eficiencias reguladoras y oportunas que nos brindan la tecnología, la experiencia y el buen juicio, para el bien de las grandes mayorías, lo que requiere, indiscutiblemente, de un gran reajuste en el balance de poder a favor del sistema político-democrático, que es, al final, el último responsable, por que es el que resulta de la elección popular de los pueblos.
Otros artículos de este autor
*Miembro de Salvadoreños en el Mundo - ©Salvadoreños en el Mundo
Por José Manuel Ortiz Benítez
Se erra en el análisis, cuando tomamos estado de derecho por sistema capitalista y viceversa. El primero corresponde al régimen político-democrático de libertades y obligaciones y el segundo al sistema económico-productivo. Aunque la relación entre ambos se ha venido estrechando cada vez más en los últimos 40 años, no son lo mismo.
La otra gran puntualización es que el estado de derecho, acuñado en el sistema político, se elige, mientras que el capitalismo, apalancado en el poder económico, se hereda, se transfiere o se crea por otras vías más emprendedoras que democráticas.
Al final, espero que se aclare el por qué traigo a cuenta estas puntualizaciones, que, como bien observan, entran dentro del terreno de lo obvio.
Con el desmán actual, los conservadores y neoconservadores defienden con uñas y dientes el pensamiento de que el sistema capitalista es el “gran garante histórico” de las libertades y avances sociales logrados por el hombre, cuando en realidad ese título le corresponde al sistema político-democrático.
El sistema capitalista actual no entiende de libertades y avances sociales, ni de Derechos Humanos, estas problemáticas le son indiferentes. Entiende de obligaciones productivas, de beneficios, de inversiones estratégicas y de otros inventos financieros más sofisticados para acelerar ganancias.
El capitalismo va a lo suyo, a hacer dinero, quien mejor lo domina, más acapara y éste no empleará a nadie si es capaz de hacer el trabajo con una máquina autómata. Por el contrario, el régimen político-democrático ha de velar por el bien de las grandes mayorías.
Por regla general, el estado no crea riqueza. La riqueza la hace el sistema capitalista. Y a diferencia de algunos amigos del sur, los denominados promotores del socialismo del siglo XXI, como sistema generador de riqueza, no hay otro contendiente más eficiente para hacer reproducir más y mejor el dinero, y, por añadidura, la economía real, que el sistema capitalista. Con todos los respetos, debatir sobre este punto con alguien que opine lo contrario no vale la le pena, naturalmente desde un punto de vista meramente intelectual.
La quid de la cuestión está en otro punto, en el “reparto”, entendiéndose éste como el sistema tributario a cargo del sistema político-democrático que redistribuye y devuelve los impuestos imputados al capitalismo, en forma de mejor educación, salud, creación de oportunidades, etc., a las mayorías, que al final son las que terminan fortaleciendo y legitimando ambos sistemas, el político-democrático y el capitalista.
Mientras el “reparto” sea equitativo, es decir favorable al “gran colectivo”, como lo fue en los países desarrollados entre el final de la II Guerra Mundial y mediados de los años setenta, bien vamos.
Por el contrario, mientras el reparto sea como lo ha venido siendo estos últimos 25 años –la riqueza se ha ido resbalando, a gran velocidad, hacia el terreno de las pequeñísimas minorías– mal vamos.
El otro gran problema es que el capitalismo, al haber tomado el control absoluto del dinero en todas sus formas, incluida la virtual, además del control que ya ejercía sobre la economía, se ha vuelto tan poderoso que se ha llevado por delante al sistema político-democrático.
Sin mencionar las millonarias contribuciones corporativas a las campañas políticas, las grandes industrias norteamericanas, la petrolera, la farmacéutica, pero, en especial, la gran industria bancaria, desde la era Reagan, han hecho un lobby aplastante en los corredores del Capitolio y la Reserva Federal de los Estados Unidos para que el poder político-democrático legisle y lleve a cabo una política acorde a sus intereses. Quien cree que la FED sube o baja los intereses sin tener en cuenta para nada la opinión de los grandes banqueros de EE.UU. probablemente se equivoca.
La FED en sí misma es una institución cuyos accionistas mayoritarios son los grandes dueños de la banca privada americana y su política tiene muy en cuenta a los socios que forman parte de ella y a la industria del dinero en general. Por ahí pudo cocinarse la política de la “no supervisión” que ahora todo el mundo echa tanto en falta.
Hay gente, sin embargo, que culpa a los funcionarios y a los políticos de bajar el precio del dinero irresponsablemente por debajo de la tasa de inflación y “libera” de cualquier miga de responsabilidad a la industria bancaria, como si ésta no tuviera nada que ver ni con las políticas monetarias llevadas a cabo por la FED, ni con el negocio loco, rentable y endiablado de las “subprimes”.
Bajar el precio del dinero por debajo de la inflación no es inédito, ni tan diabólico para la economía real como algunos argumentan, muchas veces en el pasado la FED ha traspasado esa línea y nunca habíamos llegado a una crisis global como ésta. La segunda economía del mundo, Japón, pasó largos años con un tipo de interés a cero y ahí nunca pasó eso de “forzar” al mercado, por el bajo precio del dinero, a prestar dinero de forma irresponsable como si lo han hecho demasiados banqueros en EE.UU.
Pero el capitalismo incluso ha ido un poco más allá, ha pasado de basarse en la productividad real –mano de obra, maquinaria, materias primas, etc.– para aventurarse en un sistema de dinero riesgoso, no regulado, de alto rendimiento, donde se canjean derivados, futuros, swaps, etc. sin ningún valor real en la economía productiva, más que el especulativo.
Es decir, simplificándolo un poco, el capitalismo se ha vuelto una especie de casino, donde se intercambian artilugios financieros que no están basados en la productividad real de ningún producto tangible de consumo. Pero, paradójicamente, su comercialización sí ataña a la economía real por aquello de la confianza psicológica del mercado. Por ahí debe orientarse la era de la “nueva supervisión mundial” de los mercados.
La crisis, emanada de las “subprimes”, entre otras, ha puesto al descubierto ese arrebato desmesurado del capitalismo como sistema, que han llevado a cabo los grandes banqueros de Estados Unidos: ganar dinero como sea.
En la Francia del neoconservador y, hasta hace 5 meses, total incondicional del “Laissez Faire”, Nicolás Sarkozy, han inventado un nuevo sustantivo para referirse a los dirigentes de esa banca de alta sociedad enloquecida por hacer dinero rápido a cualquier precio. Acertadamente, les llaman “bankgster”. El eufemismo encaja, pues, estamos hablando de los amos de eso que ahí también denominan de forma singular como “gangsterismo bancario”.
Pero, a pesar de las repudias hacia estos reptiles financieros que han puesto de rodilla a todo el sistema capitalista, no debemos caer en aquel viejo dicho que dice “muerto el perro se acabó la rabia”. Tras el perro muerto, podemos caer todos, muchos a causa de hambre, que ya es demasiado terrible.
No se trata de aprovechar el momento para matarlo por que, entre otras razones, de momento no tenemos otra alternativa capaz de operar la gran cadena productiva para alimentar a ciudades verdaderamente desbordadas y congestionadas de humanidad como México DF, Sao Paolo, Seúl, Nueva York, Tokio, Shangai, Mumbai, Karachi, etc. ¿O es que alguien tiene un plan alternativo serio y viable para alimentar a todas esas grandes aglomeraciones humanas apiñadas en ciudades verticales de más de 10 millones de habitantes con un sistema distinto al de la gran cadena productiva, basada en la eficiencia, la ganancia y la propiedad privada que ofrece este jodido capitalismo?
En realidad, no se trata de cambiar ningún sistema –por decirlo de alguna manera gráfica, estamos atrapados en él– sino de volver a la filosofía y la práctica de reequilibrar la riqueza que produce el sistema productivo capitalista, añadiendo las nuevas eficiencias reguladoras y oportunas que nos brindan la tecnología, la experiencia y el buen juicio, para el bien de las grandes mayorías, lo que requiere, indiscutiblemente, de un gran reajuste en el balance de poder a favor del sistema político-democrático, que es, al final, el último responsable, por que es el que resulta de la elección popular de los pueblos.
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*Miembro de Salvadoreños en el Mundo - ©Salvadoreños en el Mundo
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ReplyDeleteMEMBER BANKS IN THE SECOND FEDERAL RESERVE DISTRICT
BANK CITY, STATE
ADIRONDACK BK UTICA NY
ADIRONDACK TC SARATOGA SPRINGS NY
ALDEN ST BK ALDEN NY
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BANK OF NY NEW YORK NY
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COMMUNITY BK OF ORANGE NA MIDDLETOWN NY
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UNITED STATES TC OF NY NEW YORK NY
UPSTATE NB LISBON NY
VALLEY NB PASSAIC NJ
WILBER NB ONEONTA NY
Amigo Ortiz,
ReplyDeleteBuen material.
Me gustaria ser uno de esos tipos que usted llama “bankgster”, solo me faltaria la pistola de Pedro Infantes amarrada a la cintura.