Un científico salvadoreño en busca de una cotorra ilegal en Argentina

Un salvadoreño buscando aves en Argentina encuentra buenas sorpresas e inspiraciones
Por Carlos Ramirez*

Después de un viaje de diez horas y media en enero de este año desde el Aeropuerto Kennedy de NY, arribé en Buenos Aires en busca de unas cotorras que viven ilegalmente en las costas este y oeste de los EEUU, Chicago y otros lugares como España . Mi objetivo era de obsérvalas en su habita natural para poder hacer comparaciones con las poblaciones de Norte América. Estas cotorras hacen unos nidos inmensos donde viven amontonados en colonias de hasta 6 pares. Los encontré en una reserva ecológica muy linda llamada Reserva Ecológica Costanera Sur, en las orillas del Río de la Plata, en el Zoológico y en un Jardín Botánico localizados en Palermo.

A los dos días, partí hacia el norte con destino a San Salvador el Jujuy pues de acuerdo a las guías de Aves de Argentina, estas cotorras deberían de encontrarse en esa provincia. Veinte horas de viaje, pasando por Rosario y Tocuman (cunas del Che Guevara y Mercedes Sosa respectivamente), y otros lugares famosos de la tierra del Che llegué a Jujuy.

Esta ciudad se encuentra a cinco horas de la frontera con Bolivia, por lo tanto es de esperar encontrar muchos bolivianos y así lo fue. Me establecí en una casa de huespedes muy acogedora y salí a conocer la ciudad y así poder orientarme en la búsqueda de las cotorras. Varias personas me dieron información alentadora de haberlas visto en alguna ocasión y así fui a los lugares mencionados. Uno de estos lugares fue el Parque Nacional Yala. Las esperanzas eran altas ya que la meta final era encontrarlas en áreas no urbanas como Buenos Aires (Argentina), New Haven (CT), Bronx y Brooklyn (NY) y así poder entender su comportamiento para poder diseñar planes de manejos de esta especies en Norte América.

Luego de caminar por varias horas en todos los senderos marcados en el parque fotografiando paisajes maravillosos y lagunas cristalinas, decidí buscar un pájaro que solamente existe en ese parque y que ahora está protegido.

Ya en mi último recorrido y dirigiéndome a un puente pintoresco y antes de una curva muy cerrada escuché unos ruidos muy extraños que parecían venir del mismo puente. Eran unas voces que le gritaban a una bestia en un idioma foráneo a los que hablo y a los que parecen conocidos. Me chivié un poco, hablando a lo salvadoreño, y esperé que se asomaran por la curva.

Eran tres jinetes y al verme con mis cámaras se acercaron y uno me pidió que le tomara una foto en castellano. Generalmente no le tomo fotos a extraños pero de buenas a primera me sentí seguro y lo hice.

Uno de ellos me preguntó si era periodista y si publicaría lo foto en el periódico. La respuesta fue un claro NO. Le indiqué que la enseñaría en mi la Universidad donde trabajo. Entonces me dijo el otro jinete tómanos más y posaron. Ah, dijo el segundo, a ella también – su hermana. Tomé varias fotos más y me pidieron que los seguiera a su casa para que tomara fotos a sus terneros recién nacidos. En fin me enseñaron su casa, el potrero, los terneros y me dieron un detallada demostración de cómo lazarlos.

El momento que culminó esta experiencia fue cuando les enseñé las fotos en mi cámara digital. Nunca se habían visto en tal instrumento tecnológico pues la reacción fue de sorpresa y felicidad.

Total, terminé tomado muchas más fotos y videos de hasta los gatos, también recién nacidos. Los abrazos y hasta los bezos de despedida llenos de la coca que mastican me llenaron de emoción cuando me hicieron prometerles que les mandara copias de las fotos, lo cual haré en pocos días. Estos Aymara con su inocencia y su hospitalidad me dieron una sorpresa alentadora la cual superó todas las que me llevé con las cotorras.

Lo que más me llenó de felicidad fue la seguridad con la que un de ellos me dijo “se que vas a regresar.”

Lo haré.

Ésta no era la Argentina que llevaba en mi mente cuando salí de NY pues los prejuicios que muchos tenemos de los argentinos son basados en unos cuantos, este viaje estuvo lleno de eventos positivos y muy constructivos.

Como un salvadoreño que vive en el extranjero y a sabiendas que mucha gente se erizan al oir el nombre del país por todas las malas noticias que se oyen y se leen, esta experiencia me reafirmó mi propia identidad: hay muchos salvadoreños, entre ellos gente maravillosa, honesta y trabajadora como los Aymara que me abrieron las puertas de su corazón y de su casa sin conocerme.

Científico salvadoreño de la Southern Connecticut State University

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