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Los días felices de papá en El Salvador

No sabemos gran cosa de la miseria y la injusticia que estoicamente sufren muchos ciudadanos de otras naciones. Miserias de hambre, de casa, de familia, inseguridad, enfermedad. Uno no se da cuenta de lo que realmente le rodea y si lo sabe, queda muy lejos de nosotros, no es nuestro problema, no nos afecta, no podemos hacer nada o yo también tengo mis problemas, como mucho llegamos a esta conclusión y como unas viejas zapatillas las botamos. Nuestra conciencia aletargada y cobarde se aferra a un mundo de engaños, traiciones, de mentiras, de avaricia, venganzas, de lujuria, de traiciones, de abandonos familiares... y tantas muchas cosas.

Un día, se me hundieron los valores de la familia. Algo ocurrió y me pareció que los valores morales que siempre tuve se evaporaron. La familia se desintegró a pesar de todo el esfuerzo que realicé para evitarlo. Y sobre todo, por una hija, que era motor de mi existencia y luché, luché... para que esta hija adoptada no tuviera un abandono, otra vez, como lo tuvo por sus padres biológicos. Entendía que mi responsabilidad era doble, una moral por el simple hecho de ser padre de una niña adoptada y la otra porque la sociedad me hacia responsable de tal acontecimiento.
Se levantaron los sables y estuve herido durante muchos años sobre todo por la incongruencia de que yo no merecía aquel trato inhumano, humillante que me otorgó mi ex cónyuge. La falta de razonamiento me hizo mella en mis sentidos de persona y valores. Y el sufrimiento constante de ver una hija que me quería con locura, a través de una alineación parental, paso del amor al odio, mas cruel y repulsivo que he conocido. Llegando a ser acusado, por la propia hija de una acusación tan grave como el maltrato.

Los jueces, mejor dicho, la jueza que me correspondió juzgarme pareció perdonarme la vida y archivo el caso, con la cobardía y la injusticia o la incapacidad, quien sabe, de no indagar porque se me acusaba y quien estaba detrás de tan mal intencionada denuncia. Pero a la jueza, poco le importó, los daños, infamias, que recibí. Recuerdo una frase suya minutos antes de que me juzgara, frotándose las manos dice: ... Estirando el hilo llegaremos al ovillo. Por lo que se ve, ya estaba predispuesta para lo peor. Le pedí protección y se rió indicándome que estaba, con cierta sorna, rodeado de letrados, que mas seguro no podía estar. He tardado ocho años, para que cayera en mis manos un estudio serio de un psiquiatra que señala que detrás de mi hija había una psicópata. Pero ya mucho antes, había dejado de creer en los jueces

Pero un día querido Jordi, recogí aquellas zapatillas que boté y crucé la frontera.

Por aquel entonces, conocí a tu madre, pero necesitaba, ordenar mis pensamientos, necesitaba tranquilidad y una búsqueda de armonía conmigo mismo. Deseaba salir de mi problema para contemplar el bosque. Quería volver a sentir este olor a madreselva, eucaliptos, a romero, a corteza de pino; a oír el susurro del agua que corre por los ríos, a leer algunos versos de un poema aunque fueran de un poeta desconocido. Quería ver este cielo inmenso de estrellas que no vemos por nuestra ceguedad egocéntrica volver a sonreír, volver a recordar las enseñanzas de mis maestros y el cariño de mi madre; quise retroceder al seno materno para aislarme por unos instantes. Contemplé absorto durante horas el recorrido del caminar de las hormigas, por sus idas y venidas, contemplar la noche y esconderme en el silencio. Intentar valorar aquellos instantes de paz consigo mismo. Descifrar el feliz vuelo del pájaro o la sonrisa de un niño.

Un jesuita me abrió el camino y gracias a él, tuve la fortuna de conocer, otro mundo, otras familias, otros problemas logrando olvidar mi problema, mi egoísmo y luchar por ser mas humilde.

Justo un día de navidad, cogí el avión hacia El Salvador. No tenía ni idea donde estaba este país. No sabía nada de sus habitantes, ni de su cultura, ni de su economía... Nada de nada. No sabia lo que me esperaba, ni a donde iba. Ni siquiera sabía con certeza porque lo hacía.

Me acogió una familia salvadoreña de una localidad cercana a la capital. Compartí con aquella familia el día a día de sus problemas y el de su entorno, el de su pobreza, el de su trabajo. Compartí sus injusticias y todo lo que pude con ellos. Conocí el rostro mas cruel de un país inmerso en la pobreza y la carencia de libertades. Un país que había sufrido la crueldad de una guerra, la destrucción de sus casas por los terremotos, la matanza de niños, la violencia de las maras, el degüello de mujeres día a día. La brutalidad del capitalismo, el destierro de sacerdotes, la muerte de niños por dengue. Todo esto y mas, era y es, El Salvador.

Tal fue la fuerza del impacto que recibí que me olvidé de mis egoísmos, de mi ego y quizás también mi falta de humildad. Me olvidé de mis problemas personales. Empecé a escuchar para poder comprender. Nada me importaba de mis contratiempos. Vivía solo para aquella gente que me lo dieron todo, sin tener nada. Compartí la pobreza de muchas familias repartidas por el país, que no tenían ni agua ni luz. Compartí la sencillez del tiempo con aquella gente no tenia precio. Recibí mas de lo que les pude ofrecer. Gané una gran familia.


El reloj se detuvo durante sesenta días que fueron los que estuve conviviendo con la familia. Salvadoreña. Entre otras como... Xamar, Armando y familia, Pedro y familia, José, Reina, Cándida, Salvador, María Elena, Avelino, Familia Ortiz, Menjivar, Abraham... y tantos mas, que siempre los tendré presentes y que hicieron que mi vida diera un cambio de rumbo y tuviera en cuenta que los problemas de uno, a veces no nos deja ver el bosque.

Querido Jordi, no se si llegaré a ver a mis amigos salvadoreños, ilusión no me falta, pero suceda lo que suceda, no los olvides y te aseguro, que olvidarás tus problemas o al menos menguaran. Recuerda que la familia no se abandona.
Por esto fueron los días felices de papá, luego, tuve la suerte y la felicidad de conocer a tu madre y en estas peripecias de la vida, nació la vida, nació el milagro, naciste tu.

Por si acaso, mi amigo Jordi, no botes las zapatillas.

Tomado del blog Cartas a mi hijo jordi
Comentarios
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3 comments :

  1. CON TODO RESPETO PERO ESTE RELATO PARECE SACADO DE MTV.
    DE TODOS MODOS TIENE ALGO ALLA EN EL FONDO!!
    PUEDES ESTAR DONDE TE DE LA REGALADA GANA PERO SIN TUS RAICES AFONDAS!!!
    AQUI A MIS SOBRINITOS LES ENSENO A JUGAR TROMPO Y A ELEVAR PISCUCHAS!!
    TAMBIEN SALTA BURRO Y PEREGRINA!!!

    ReplyDelete
  2. VE LA VIEJITA ANDA ENOJADA!!!
    TOMA LECHE CON TORTILLAS TOSTADAS EN LA MANANA!!ASI LA BILIS NO TE ESTALLARA!!

    ReplyDelete

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