Los Olvidados

Por Pilar Cambra*

Lo creo con vergüenza y con bochorno: si no fuera porque tengo muy cerca a una persona salvadoreña a la que profeso gran afecto, la tragedia que el huracán Ida ha causado en su país, El Salvador, hubiera pasado por mis sentimientos, por mi corazón y por mi cabeza, causándome un impacto y una pena intensos, sí. Pero tan brevísimos como intensos.

En dos telediarios, las muertes - unas ciento treinta personas-, las desapariciones - probablemente mucho más de un millar, porque los ríos embravecidos han arrastrado los cadáveres hasta el mar; y el otro mar, el de lodo, es una tumba inmensa-, la destrucción de casas y cosechas - a partir de enero, hambruna asegurada-, la devastación de este país hermosísimo y minúsculo hubiera sido una capa geológica en mi memoria inmediatamente cubierta por otras tragedias, otras catástrofes... Las de cada día...

Sí: me hubiera olvidado de los sempiternamente olvidados salvadoreños, como ese hombre que lleva impresas en su rostro la desesperación y la impotencia.

Pero, como digo, El Salvador es, desde hace cierto tiempo, algo mío.

Sé de su belleza insólita y un tanto terrible: volcanes, playas inmensas, selva...

Sé que el sesenta por ciento de su población - poco menos de siete millones de habitantes, poco más del doble de la de Madrid, tres veces (y no más) de la de Barcelona- sobrevive en la pobreza... Sé de las 'champitas', las casas de barro que se construyen donde no deberían edificarse: a la vera de los amenazantes ríos y en las peligrosas laderas de los volcanes...

Sé de los terremotos, maremotos, erupciones volcánicas y conflictos armados que han asolado esa nación una y otra y otra vez...

Sé de los jirones de piel que se dejan los campesinos cada año para - tras vencer a la selva a base de golpes de machete- cultivar el maiz y los frijoles que son su sustento, el de sus familias...

Sé de éxodos hacia Estados Unidos en los que la muerte juega al escondite con los que caminan hacia una esperanza...

Sé de corrupción política y de maras/mafias de una violencia extrema...

Sé de la cortesía y de la alegría innatas de los salvadoreños, olvidados de casi todos los poderosos del mundo porque no tienen petróleo, ni materias primas valiosas, ni nada que ofrecer... Nada que ofrecer salvo ellos mismos: tenaces, amables, luchadores.

La salvaje agresión del huracán Ida ha traído a El Salvador, a los salvadoreños, al primer plano del mundo, a la angustia por ellos, a la urgencia por ayudarlos. ¿Por cuánto tiempo?... Por unos días.

Pilar Cambra es periodista española comprometida con el tercer mundo

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