El Salvador: El Turno de los Vencidos
Visión de los vencidos
Por David Aguilar*
La reciente petición de perdón del presidente Mauricio Funes a los pueblos originarios por las injusticias cometidas contra ellos por el Estado salvadoreño tanto en 1833 como en 1932 indica que la sociedad salvadoreña se encamina por una sincera búsqueda democrática (Foto Roberto Escobar: Una niña indígena salvadoreña conocida como "Panchitas" en las afueras de la iglesia de Panchimalco).
Sojuzgados desde la llegada de los españoles, los pueblos originarios sufrieron un brutal proceso de mestizaje, que funcionó solo en una dirección, hombre español —mujer indígena. Mestizaje del cual somos producto.
En 1833 en la región de los nonualcos, etnia de origen nahua-pipil, se sucedió una violenta insurrección encabezada por el cacique Anastasio Aquino que puso en jaque al gobierno de las nacientes Provincias Unidas de Centro América, bajo la dirección del Presidente nicaragüense Mariano Prado. Su gobierno abandonó San Salvador producto del pánico que los criollos (españoles nacidos en América) sintieron por la indiada alzada en armas de Anastasio Aquino. Este fue derrotado mediante la traición de uno de sus lugartenientes y la conspiración del clero, y murió sin saber que había ganado su batalla.
Por David Aguilar*
La reciente petición de perdón del presidente Mauricio Funes a los pueblos originarios por las injusticias cometidas contra ellos por el Estado salvadoreño tanto en 1833 como en 1932 indica que la sociedad salvadoreña se encamina por una sincera búsqueda democrática (Foto Roberto Escobar: Una niña indígena salvadoreña conocida como "Panchitas" en las afueras de la iglesia de Panchimalco).
Sojuzgados desde la llegada de los españoles, los pueblos originarios sufrieron un brutal proceso de mestizaje, que funcionó solo en una dirección, hombre español —mujer indígena. Mestizaje del cual somos producto.
En 1833 en la región de los nonualcos, etnia de origen nahua-pipil, se sucedió una violenta insurrección encabezada por el cacique Anastasio Aquino que puso en jaque al gobierno de las nacientes Provincias Unidas de Centro América, bajo la dirección del Presidente nicaragüense Mariano Prado. Su gobierno abandonó San Salvador producto del pánico que los criollos (españoles nacidos en América) sintieron por la indiada alzada en armas de Anastasio Aquino. Este fue derrotado mediante la traición de uno de sus lugartenientes y la conspiración del clero, y murió sin saber que había ganado su batalla.
Las protestas que articulan la insurrección de Aquino se explican en el proceso de Independencia de Centro América, que fue solo una independencia formal de los criollos con la corona española, y que mantuvo en el olvido y la marginación a las otras capas de la sociedad como los mestizos, mulatos y negros. Y evidencia los centros de poder que servían de núcleo a las elites gobernantes, establecidos en la ciudad de Guatemala y en San Salvador, sedes de la Capitanía General y de la Intendencia de las Provincias Unidas, respectivamente, durante la colonia.
En 1881 durante la Reforma Liberal del Presidente Rafael Zaldívar, se decretó la abolición de las tierras comunales y ejidos de los pueblos originarios, lo cual dio lugar a una serie de insurrecciones locales de muchas comunidades indígenas que de la noche a la mañana, luego de ser propietarios desde siempre de las tierras que cultivaban amanecieron como simples peones de las fincas cafetaleras de los nuevos terratenientes. Esta oligarquía nacida como producto del robo y el saqueo de las comunidades indígenas, fue conocida en el siglo XX como "los barones del café" o "las catorce familias".
Luego del "crash" de la Bolsa de Nueva York en 1929, que lanzó por los suelos los precios internacionales del café, se sucedió en 1932, en la región de los Izalcos, una insurrección campesina comandada por los caciques Feliciano Ama y Francisco Sánchez. Las raíces de la misma no es muy difícil de explicarlas teniendo en cuenta el olvido, el hambre y el desempleo a que estaban sometidas dichas comunidades, debido a la crisis mundial de la economía.
El gobierno de facto del General Maximiliano Hernández Martínez respondió con una brutal represión que dejo entre 5,000 y 32,000 muertos, según la fuente que se consulte, y que volvió a partir de entonces tabú todo lo relacionado con las comunidades indígenas. Asociados a la "barbarie roja comunista", los indígenas tuvieron que esconder y olvidar su idioma, sus costumbres, sus trajes, sus danzas, su estilo de vida, ya que todo lo relacionado con ello era prácticamente una condena a muerte en esos años de ciego terror anticomunista . En realidad ninguno de ellos sabían siquiera la significación del término comunista, mucho menos habían leído a Marx o a Lenín.
Es evidente que en el genocidio perpetrado contra la población indígena en 1932, existió un componente racista, pues el proyecto de nación propuesto era la homogenzación del país con vistas al monocultivo del café bajo la divisa de "una raza, una religión y un idioma".
El pasado 12 de octubre la petición de perdón del Presidente Funes es una contribución histórica para trabajar nuestro pasado. Mejor tarde que nunca.
David Hernández es escritor salvadoreño.
En 1881 durante la Reforma Liberal del Presidente Rafael Zaldívar, se decretó la abolición de las tierras comunales y ejidos de los pueblos originarios, lo cual dio lugar a una serie de insurrecciones locales de muchas comunidades indígenas que de la noche a la mañana, luego de ser propietarios desde siempre de las tierras que cultivaban amanecieron como simples peones de las fincas cafetaleras de los nuevos terratenientes. Esta oligarquía nacida como producto del robo y el saqueo de las comunidades indígenas, fue conocida en el siglo XX como "los barones del café" o "las catorce familias".
Luego del "crash" de la Bolsa de Nueva York en 1929, que lanzó por los suelos los precios internacionales del café, se sucedió en 1932, en la región de los Izalcos, una insurrección campesina comandada por los caciques Feliciano Ama y Francisco Sánchez. Las raíces de la misma no es muy difícil de explicarlas teniendo en cuenta el olvido, el hambre y el desempleo a que estaban sometidas dichas comunidades, debido a la crisis mundial de la economía.
El gobierno de facto del General Maximiliano Hernández Martínez respondió con una brutal represión que dejo entre 5,000 y 32,000 muertos, según la fuente que se consulte, y que volvió a partir de entonces tabú todo lo relacionado con las comunidades indígenas. Asociados a la "barbarie roja comunista", los indígenas tuvieron que esconder y olvidar su idioma, sus costumbres, sus trajes, sus danzas, su estilo de vida, ya que todo lo relacionado con ello era prácticamente una condena a muerte en esos años de ciego terror anticomunista . En realidad ninguno de ellos sabían siquiera la significación del término comunista, mucho menos habían leído a Marx o a Lenín.
Es evidente que en el genocidio perpetrado contra la población indígena en 1932, existió un componente racista, pues el proyecto de nación propuesto era la homogenzación del país con vistas al monocultivo del café bajo la divisa de "una raza, una religión y un idioma".
El pasado 12 de octubre la petición de perdón del Presidente Funes es una contribución histórica para trabajar nuestro pasado. Mejor tarde que nunca.
David Hernández es escritor salvadoreño.
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