El Precio de la Decencia Pública
Por José Manuel Ortiz Benítez
Existen aquellos que dicen que la decencia pública simplemente no existe. También están aquellos que creen que los sistemas públicos son ineficientes sencillamente porque son públicos. Después están aquellos que dicen que la gestión pública es así porque históricamente siempre fue así: inútil, nefasta, corrupta. Finalmente, el rey de todos, desenfunda y dice: “los pueblos tienen lo que se merecen”
El salvadoreño medio ha perdido la fe y en la cosa pública únicamente ve a un monstruo que devora sueños, esperanzas y vidas humanas.
Nadie sabe el precio del binomio ineficiencia-corrupción pública, pero se sospecha que el monto puede ser escandaloso. Hace unos meses, un periódico se atrevió a ponerle un total: más de 3,000 millones de dólares cada año.
Eso toca a 500 dólares por habitante cada 12 meses, un precio que con la crisis actual se vuelve especialmente doloroso. Cada dólar que se nos pierde en corrupción e ineficiencia es un dólar que perdemos los salvadoreños en educación, salud, seguridad y competitividad productiva.
La corrupción y la ineficiencia públicas son parte de nuestro parálisis, de nuestra dolencia. Hemos avanzado cierto trecho desde aquellos tiempos de guerra, pero globalmente seguimos siendo un pueblo con serias dificultades para atender necesidades elementales de la población más vulnerable. El culpable histórico: la ineficiencia pública y la corrupción institucional.
Los sistemas públicos no son corruptos e ineficientes porque sean públicos o porque los salvadoreños nos los merezcamos. Ningún niño merece un abandono institucional total como el que se observa en algunas zonas rurales de nuestro país.
Supongo que únicamente se trata de una apreciación temporal. Acabo de llegar al país y allá por donde voy veo un gran caos andando sobre cuatro patas.
En el camino hacia Usulután he conocido a don Guillermo, un señor con el rostro curtido de tanto sol. Tiene 4 hijos y dos vaquillas esqueléticas que no dan leche, ni carne.
“Me defiendo cortando leña, uña de gato y guascanal” dice a sus 62 años de edad. Más atrás, por la otra esquina del chamizo, su señora, de mediana edad, sale media desnuda amamantando a una criaturita de tres años de edad.
Es difícil estimar el precio de los sobornos, del tráfico de influencias, del derroche y los gavetazos públicos en nuestro país.
Un experto en corrupción, dice que “un país con un ingreso per cápita de US$2,000 que combata la corrupción, mejore la gobernabilidad, la transparencia y el imperio de la ley podría esperar que sus ingresos aumenten a US$8,000 en un período de 7 años.”
Cuando le pregunto sobre el tema, don Guillermo dice que él solo cuenta con sus dos manos y sus dos vaquillas, que no sabe cuál es el precio de la corrupción.
Otros artículos de este autor aquí -José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño
Existen aquellos que dicen que la decencia pública simplemente no existe. También están aquellos que creen que los sistemas públicos son ineficientes sencillamente porque son públicos. Después están aquellos que dicen que la gestión pública es así porque históricamente siempre fue así: inútil, nefasta, corrupta. Finalmente, el rey de todos, desenfunda y dice: “los pueblos tienen lo que se merecen”
El salvadoreño medio ha perdido la fe y en la cosa pública únicamente ve a un monstruo que devora sueños, esperanzas y vidas humanas.
Nadie sabe el precio del binomio ineficiencia-corrupción pública, pero se sospecha que el monto puede ser escandaloso. Hace unos meses, un periódico se atrevió a ponerle un total: más de 3,000 millones de dólares cada año.
Eso toca a 500 dólares por habitante cada 12 meses, un precio que con la crisis actual se vuelve especialmente doloroso. Cada dólar que se nos pierde en corrupción e ineficiencia es un dólar que perdemos los salvadoreños en educación, salud, seguridad y competitividad productiva.
La corrupción y la ineficiencia públicas son parte de nuestro parálisis, de nuestra dolencia. Hemos avanzado cierto trecho desde aquellos tiempos de guerra, pero globalmente seguimos siendo un pueblo con serias dificultades para atender necesidades elementales de la población más vulnerable. El culpable histórico: la ineficiencia pública y la corrupción institucional.
Los sistemas públicos no son corruptos e ineficientes porque sean públicos o porque los salvadoreños nos los merezcamos. Ningún niño merece un abandono institucional total como el que se observa en algunas zonas rurales de nuestro país.
Supongo que únicamente se trata de una apreciación temporal. Acabo de llegar al país y allá por donde voy veo un gran caos andando sobre cuatro patas.
En el camino hacia Usulután he conocido a don Guillermo, un señor con el rostro curtido de tanto sol. Tiene 4 hijos y dos vaquillas esqueléticas que no dan leche, ni carne.
“Me defiendo cortando leña, uña de gato y guascanal” dice a sus 62 años de edad. Más atrás, por la otra esquina del chamizo, su señora, de mediana edad, sale media desnuda amamantando a una criaturita de tres años de edad.
Es difícil estimar el precio de los sobornos, del tráfico de influencias, del derroche y los gavetazos públicos en nuestro país.
Un experto en corrupción, dice que “un país con un ingreso per cápita de US$2,000 que combata la corrupción, mejore la gobernabilidad, la transparencia y el imperio de la ley podría esperar que sus ingresos aumenten a US$8,000 en un período de 7 años.”
Cuando le pregunto sobre el tema, don Guillermo dice que él solo cuenta con sus dos manos y sus dos vaquillas, que no sabe cuál es el precio de la corrupción.
Otros artículos de este autor aquí -José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño
La politica es la razon por la que los salvadorenos somos esclavos de todos: el mercado y los partidos.
ReplyDeleteLa corrupcion esta en la iglesia, los millonarios, las grandes empresas nacionales y extranjeras, las mineras, las ONGS,el sistema judicial, ANEP, Fusades, Funde, los CREE demagogias, las universidades, los hospitales, y por supuesto en la politica. Las "vaquillas" (me imagino que quiere decir vacas), no las tiene cualquiera. Gringolandia tiene mucha mas corrupcion que ES y mirenlos...
ReplyDeleteSi decencia no existe ¿Cómo pretende el autor ponerle precio a una entelequia? ¿a algo virtual y que no existe? La virtud de los sofismas es que son aparentemente lógicos... Pero esencialmente falsos.
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