Dilemas en ARENA
Los dilemas de la dirigencia de ARENA
Por Joaquín Samayoa
La buena conducción de ARENA dependerá de cómo resuelva los siguientes dilemas. El primero se plantea entre mantenerse enfocados en las elecciones de 2012 o buscar desde ya un buen posicionamiento para 2014.
Por Joaquín Samayoa
Los aficionados al fútbol siempre creemos saber más que los directores técnicos de los equipos y continuamente juzgamos sus decisiones y también los movimientos de los jugadores. Criticamos la alineación que decidió el técnico, los cambios que hace y los que deja de hacer, la estrategia muy ofensiva o muy defensiva, la estética de los uniformes y todo lo que se nos pueda antojar.
La política no es muy diferente. Vemos la actuación del partido de nuestras simpatías y la juzgamos constantemente. Que muy suave o muy agresivo el discurso, que muy jóvenes o muy viejos los candidatos, que hay que hacer alianzas, que no hay que hacer alianzas, que vamos bien, que vamos muy mal...
Pero mientras un entrenador de fútbol no tiene por qué escuchar, y menos todavía acoger, las tonterías o las genialidades que se nos ocurren a los aficionados, los dirigentes políticos no pueden darse el lujo del aislamiento. Sus decisiones se mueven siempre entre dos grandes riesgos: el de perder la sintonía con las demandas y aspiraciones de los electores y el de dejarse calentar la cabeza por unos pocos que creen saber lo que piensan y lo que quieren todos los demás.
Hay otra diferencia muy importante entre el deporte y la política. Las críticas de los aficionados a la conducción técnica de un equipo se hacen siempre desde una posición de absoluta lealtad. No por leales son necesariamente correctas, pero al menos se las puede considerar bien intencionadas. La crítica política, en cambio, acarrea frecuentemente el sesgo de los intereses personales o grupales.
El dirigente político tiene la difícil tarea de discernir con verdadera apertura de mente para aceptar las críticas, interesadas o no, que puedan contribuir al éxito de su organización en su cometido de lograr triunfos electorales y hacer buen uso del poder conquistado para el bien de toda la sociedad y para satisfacción de sus correligionarios.
Desde esa perspectiva y ante el malestar que todavía se percibe en las filas de su partido, la dirigencia arenera se enfrenta a diversos dilemas. Para resolverlos de la mejor manera posible deberá primero entender que una buena parte de las ansiedades de sus militantes y simpatizantes se expresan como crítica a la conducción del partido, pero en el fondo reflejan las inseguridades y los temores de la población por la ineficacia del actual gobierno en las áreas de economía y seguridad, así como por las recientes actuaciones del FMLN ante el conflicto entre los principales poderes del Estado.
Desde fuera y conociendo solo algunas de las interioridades de ARENA, mi apreciación global sobre la conducción de ese partido desde su derrota electoral en marzo de 2009 es positiva. Se dice fácil, pero es un gran logro el solo hecho de haber evitado el descalabro interno del partido y haber neutralizado los persistentes intentos de hacerlo sucumbir por parte de sus antiguos correligionarios. En poco más de dos años, ARENA ha consolidado los niveles normales de respaldo con los que siempre ha contado a varios meses de un evento electoral.
En lo sucesivo, la buena conducción de ARENA dependerá de cómo resuelva los siguientes dilemas. El primero se plantea entre mantenerse enfocados en las elecciones de 2012 o buscar desde ya un buen posicionamiento para 2014. La lógica dicta que lo primero es lo primero; pero los afanes de protagonismo de sus aspirantes presidenciales pueden desviar y contaminar peligrosamente su estrategia. Igual efecto puede tener el tema Tony Saca, cuya discusión debiera postergarse hasta después de las elecciones de 2012, pero será forzada desde fuera en la agenda de la dirigencia arenera.
El segundo dilema tiene que ver con sus figuras de mayor relieve. ¿Mantiene o sustituye a Cristiani? Cualquier opción al respecto tiene costos y beneficios que deberán ponerse en una balanza de alta precisión, pero tanto el respaldo a Cristiani si se queda como la selección de un sustituto si se va exigen de los dirigentes un fino trabajo de construcción de consenso.
Lo mismo vale para la selección de candidatos a diputados y alcaldes. ARENA tendrá que decidir si premia la lealtad del pasado o asegura el triunfo y la lealtad a futuro.
Joaquín Samayoa es analista político - jsamayoa@fepade.org.sv
Por Joaquín Samayoa
La buena conducción de ARENA dependerá de cómo resuelva los siguientes dilemas. El primero se plantea entre mantenerse enfocados en las elecciones de 2012 o buscar desde ya un buen posicionamiento para 2014.
Por Joaquín Samayoa
Los aficionados al fútbol siempre creemos saber más que los directores técnicos de los equipos y continuamente juzgamos sus decisiones y también los movimientos de los jugadores. Criticamos la alineación que decidió el técnico, los cambios que hace y los que deja de hacer, la estrategia muy ofensiva o muy defensiva, la estética de los uniformes y todo lo que se nos pueda antojar.
La política no es muy diferente. Vemos la actuación del partido de nuestras simpatías y la juzgamos constantemente. Que muy suave o muy agresivo el discurso, que muy jóvenes o muy viejos los candidatos, que hay que hacer alianzas, que no hay que hacer alianzas, que vamos bien, que vamos muy mal...
Pero mientras un entrenador de fútbol no tiene por qué escuchar, y menos todavía acoger, las tonterías o las genialidades que se nos ocurren a los aficionados, los dirigentes políticos no pueden darse el lujo del aislamiento. Sus decisiones se mueven siempre entre dos grandes riesgos: el de perder la sintonía con las demandas y aspiraciones de los electores y el de dejarse calentar la cabeza por unos pocos que creen saber lo que piensan y lo que quieren todos los demás.
Hay otra diferencia muy importante entre el deporte y la política. Las críticas de los aficionados a la conducción técnica de un equipo se hacen siempre desde una posición de absoluta lealtad. No por leales son necesariamente correctas, pero al menos se las puede considerar bien intencionadas. La crítica política, en cambio, acarrea frecuentemente el sesgo de los intereses personales o grupales.
El dirigente político tiene la difícil tarea de discernir con verdadera apertura de mente para aceptar las críticas, interesadas o no, que puedan contribuir al éxito de su organización en su cometido de lograr triunfos electorales y hacer buen uso del poder conquistado para el bien de toda la sociedad y para satisfacción de sus correligionarios.
Desde esa perspectiva y ante el malestar que todavía se percibe en las filas de su partido, la dirigencia arenera se enfrenta a diversos dilemas. Para resolverlos de la mejor manera posible deberá primero entender que una buena parte de las ansiedades de sus militantes y simpatizantes se expresan como crítica a la conducción del partido, pero en el fondo reflejan las inseguridades y los temores de la población por la ineficacia del actual gobierno en las áreas de economía y seguridad, así como por las recientes actuaciones del FMLN ante el conflicto entre los principales poderes del Estado.
Desde fuera y conociendo solo algunas de las interioridades de ARENA, mi apreciación global sobre la conducción de ese partido desde su derrota electoral en marzo de 2009 es positiva. Se dice fácil, pero es un gran logro el solo hecho de haber evitado el descalabro interno del partido y haber neutralizado los persistentes intentos de hacerlo sucumbir por parte de sus antiguos correligionarios. En poco más de dos años, ARENA ha consolidado los niveles normales de respaldo con los que siempre ha contado a varios meses de un evento electoral.
En lo sucesivo, la buena conducción de ARENA dependerá de cómo resuelva los siguientes dilemas. El primero se plantea entre mantenerse enfocados en las elecciones de 2012 o buscar desde ya un buen posicionamiento para 2014. La lógica dicta que lo primero es lo primero; pero los afanes de protagonismo de sus aspirantes presidenciales pueden desviar y contaminar peligrosamente su estrategia. Igual efecto puede tener el tema Tony Saca, cuya discusión debiera postergarse hasta después de las elecciones de 2012, pero será forzada desde fuera en la agenda de la dirigencia arenera.
El segundo dilema tiene que ver con sus figuras de mayor relieve. ¿Mantiene o sustituye a Cristiani? Cualquier opción al respecto tiene costos y beneficios que deberán ponerse en una balanza de alta precisión, pero tanto el respaldo a Cristiani si se queda como la selección de un sustituto si se va exigen de los dirigentes un fino trabajo de construcción de consenso.
Lo mismo vale para la selección de candidatos a diputados y alcaldes. ARENA tendrá que decidir si premia la lealtad del pasado o asegura el triunfo y la lealtad a futuro.
Joaquín Samayoa es analista político - jsamayoa@fepade.org.sv
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