Buscando pipiles
Edgardo Quintanilla (*)
Octubre 28, 2011
LOS ÁNGELES - Pasé esta semana por la alcaldía de mi metrópolis y la ví rodeada de coloridas tiendas de campaña de protestantes en contra de la mala distribución de la riqueza con rótulos pintados a manos abogando cambio. Con el pasar de los días, la grama donde yacen estas chozas de idealistas se ha vuelto café, un tono similar al imaginado color de las chozas de indígenas de Izalco, El Salvador, cerca de 1900 en una exhibición de fotos de un sueco que ví en el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI) en San Salvador hace unos años. No creo que ellos eran pipiles, y que hayan abogado por un nuevo paradigma. Sus chozas me hicieron pensar en África y no en mitología nahuat, azteca, ó el camino al norte, a la memoria de la plaza de la luna en Teotihuacán, México.
Interesante leer la entrevista a Rafael Lara-Martínez en ContraPunto esta semana después de aceptar un premio del gobierno salvadoreño por su aporte cultural. Lara-Martínez reta a las universidades salvadoreñas a invertir en crear cátedras que impulsen un mejor entendimiento de los aborígenes salvadoreños, el rehacer historiográfico encauzado a curar la ignorancia oficial hacia el “indio” salvadoreño, el revisitar en forma académica el impacto del régimen del General Maximiliano Hernández Martínez en los indios de las tierras ahora llamadas El Salvador.
El entrevistador no captó el hecho que Salarrué, uno de los sujetos de estudio del académico, no fue indígena, ni convivió con indígenas, ni hizo del indigenismo su religión. Ver Edgardo Quintanilla, “Los viajes astrales de Salarrué”, ContraPunto (11-24-2009). El entrevistador de ContraPunto no le preguntó nada al académico sobre su trabajo en una universidad en Socorro, Nuevo México, a la mitad de la interestatal entre la ciudad de Truth or Consequences y la famosa Albuquerque, en un estado de indígenas Apache, Zuñi y Mescalero, tribus que tienen un mejor reconocimiento legal (y respeto) de parte del gobierno de los Estados Unidos que los indígenas que viven en El Salvador de parte de su propio país. Tampoco le preguntó sobre el significado de “Desde Comala siempre” con los cuales Lara-Martínez inicia sus escritos, y sobre dos de ellos cierro este tema. En parte celebro el premio a Lara-Martínez como un logro de un salvadoreño en la diáspora.
Aquí en mi ciudad, hay más gente que ha escuchado hablar de “El Pípila” que de los pipiles. Para mejor conocer la historia de “El Pípila” hay que viajar a Guanajuato. Ha habido un equipo de fútbol llamado Pipiles, un que otro restaurante que pretendió promover la comida maya-pipil, un abstracto cultural errado, como una mezcla ignorante de culturas divergentes, parecidas al hecho que alguien haya querido promover la comida musulmana-hindú, y ahora está la Radio Pipiles en la internet, una estación liderada por el controvertido escultor Dagoberto Reyes, autonombrado “El pipil mayor”, un artista de 77 años, excluido del poder cultural reinante en El Salvador y vetado del FMLN, un partido de izquierda que del indigenismo salvadoreño como fuerza cultural redimidora no ha tenido, ni tiene nada.
Hablar de pipiles es hablar entre comillas de un abstracto que legalmente no existe, que no es reconocido como una tribu ó cultura valedora, soberana e independiente, con derechos legales, con su propio gobierno y religión, sobretodo en un país donde los llamados “pipiles” vivieron en partes del occidente de lo que actualmente es El Salvador y que son enlazados con los nahuas de Valle de México. Creo que es más fácil entender la dimensión espiritual de Friedrich Nietzche que el supuesto espiritualismo pipil en el siglo XXI. Ver Julian Young, “Friedich Nietzche: A Philosophical Biography” (2010).
Lo que me lleva a dos escritos intrigantes de Lara-Martínez que aparecieron en mayo del 2010 en ContraPunto. El primero fue sobre cómo salir de Comala: un cuento de guerra que termina con el autor aparentemente identificándose como místico. De “músico, poeta y loco, todos tenemos un poco” cantó la Chanchona pero no en nahuat ó nahuatl Del misticismo pipil ó azteca, dicho cuento no tiene nada.
El segundo escrito sobre cómo entrar a Comala está mejor contado, ya que sopesa la naturaleza externa é interna de un pensador en dos idiomas (el español y a escuetas ráfagas en una lengua nativa de las Américas) al empezar hablando del humo de una estrella que semeja a los hijos de la mano y dice “Mapípil”.
El lírico escrito está lejos del estudioso consagrado, del académico emplumado de títulos, del hombre triunfador que habló francés sin descubrir la vida y obra de nuestra sacerdotisa de la diáspora salvatrucha que hizo llorar y reír a Antoine de Saint-Exúpery. Nos da un poema de amor de un “salvadoreño” que impulsa a los que no pudieron pasar por el río Salsipuedes (otrora río Paz en la frontera El Salvador-Guatemala), incluyendo a los del Consejo Nacional Indígena Salvadoreño por ejemplo, con el desafío que para crear un nuevo país hay que desmitificar para siempre a pipilillos abstractos.
(*) Abogado de inmigración en California y columnista de ContraPunto
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