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McLuhan, Jobs y la Cumbre Iberoamericana

Cuando falleció, a primeros de este mismo mes, ese mago de la tecnología que fue Steve Jobs, no pude sino recordar a aquel otro gran visionario que, en los años sesenta, nos adelantaba que la aldea sería global, que íbamos de cabeza hacia "la sociedad de la información" y que, en fin, nos explicaba cómo el medio era en realidad el mensaje.

Apenas medio siglo después, y sin olvidar la aportación teórica y práctica de tantos otros, simplifico diciendo que desde las predicciones de Marshall McLuhan hasta las aplicaciones de Steve Jobs nuestra vida ha cambiado de arriba abajo.

En un alarde de sintetizar (pero no sin cierto fundamento), en las facultades de Ciencias de la Información de todo el mundo empezó a decirse que "lo que no se comunica, no existe".

¿Y qué tiene que ver todo esto con la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno? Pues que la adopción de las nuevas tecnologías y la necesidad, siempre permanente, de renovar nuestro compromiso con el sistema democrático, nos han hecho tomar dos grandes decisiones. Primero, con el espíritu de rendir cuentas a nuestros pueblos, comunicar mejor qué hacemos antes, durante y después de las cumbres. Segundo, fomentar la participación de la gente, sobre todo de los jóvenes, con el claro objetivo de que las cumbres no se hagan solo para los ciudadanos sino también con los ciudadanos.

Planteo estas cuestiones cuando faltan apenas días para que se celebre en Asunción del Paraguay (28 y 29 de octubre) la XXI Cumbre de los 22 países latinoamericanos. Y aunque sea así, a vuelapluma, permítanme destacar que cuando en el mundo, casi siempre con razón, abunda el escepticismo sobre los resultados de tanta reunión a alto nivel, en el caso de este gran foro iberoamericano todos los años aumenta el número de países y de organizaciones internacionales que pide participar en nuestras cumbres en calidad de observadores.

Volviendo a las lecciones aprendidas desde McLuhan hasta Jobs (y tantos otros más en el camino, insisto), hemos aprendido a utilizar las nuevas tecnologías de la información para sacar las cumbres a la calle, para comprometer e involucrar a la ciudadanía en un esfuerzo que será tanto más eficaz cuanto sea de todos.

La Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), que me honro en dirigir, ha promovido este año alguna iniciativa interesante junto a la Universidad de Salamanca. En el marco de un proyecto que llamamos Ciudadanía 2.0, hemos organizado talleres en Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, España y Uruguay, grupos de trabajo en los que han participado medio centenar depersonas. Todas ellas, jóvenes en su mayoría, debatieron sobre el tema central de la cumbre: Transformación del Estado y el desarrollo. Quinientas personas se veían las caras, pero miles y miles más compartían sus discusiones a través de Internet.

También lanzamos el proyecto www.ciudadania20.org junto a las redes sociales más importantes: Facebook, YouTube, Orkut, Twitter, etcétera. No me sorprende que la participación más activa haya venido de jóvenes de entre 18 y 34 años, ni que de ellos haya, aproximadamente, un 50% de hombres y otro tanto de mujeres.

Estas aportaciones no caerán en saco roto: hemos preparado un documento de recomendaciones que será entregado a los jefes de Estado y de Gobierno en la cumbre de Asunción.

Para terminar con este proyecto, hicimos una gran encuesta iberoamericana para saber qué opinaban los ciudadanos sobre la reforma del Estado en cada uno de sus países; celebramos un Seminario de Jóvenes Investigadores y un Concurso de Ensayos sobre este tema central de la cumbre. En el seminario se seleccionó la mejor ponencia, que resultó ser del argentino Guido Zack, y en el concurso, el ganador fue el mexicano José Luis Resendiz. Ambos han sido invitados a la cumbre como observadores.

Todavía es prematuro, desde luego, hablar de una Cumbre Iberoamericana 2.0, pero llegará el día en que el papel ya no circule ni en las comisiones ni en el plenario y en que nuestros dirigentes trabajen sobre propuestas concretas que les han puesto los ciudadanos encima de la mesa.

Por lo demás, la cumbre de Asunción se celebra en el contexto de una crisis que ha afectado seriamente a nuestros países en Europa, sobre todo Portugal y España. Ambos pueden beneficiarse de su relación, no ya histórica, que también, sino económica y comercial, invirtiendo y recibiendo inversiones de América Latina. Una América Latina que, por cierto, ha sabido capear el temporal gracias, sobre todo, a su buen manejo de la macroeconomía y a sus exportaciones, con buenos precios, de materias primas, esos recursos que son tan abundantes en nuestra región como necesarios para los países emergentes (quizá mejor emergidos), entre ellos esa China que va camino de convertirse en la primera potencia económica del mundo.

En la XXI Cumbre se va a hablar, grosso modo, de cómo hacer más eficaz al Estado, de cómo nos comprometemos con un ambicioso pacto fiscal que equilibre los ingresos en nuestros países, de cómo dotarnos de una administración civil donde impere el mérito sobre el clientelismo, de cómo el Estado necesita establecer una nueva relación con los Gobiernos locales y, por supuesto, tener una vinculación más intensa y regulada con el sector privado para acometer el gran desafío de las inversiones que reclama el desarrollo.

Esto último es, para mí, todo un axioma: mejor Estado y mejor Mercado. Quiero decir: aceptemos la mano invisible de un mercado ágil y transparente pero fortalezcamos la mano visible de un Estado que, además de regular el funcionamiento de los mercados, asegure la equidad y la justicia social. Y para que este Estado sea fuerte, habremos de transformarlo con los medios políticos a nuestro alcance. Porque esta reforma está vinculada al paradigma de desarrollo que queremos para nuestros pueblos. Este es el tema que centrará los debates de la cumbre de Asunción, dos días que culminan el trabajo de todo un año, en el que coordinadores nacionales, responsables de cooperación, ministros y funcionarios de todos los países han ido preparando, junto a la SEGIB, las propuestas que se vayan a someter a los jefes de Estado y de Gobierno.

Un apunte final para expresar mi convicción de que la crisis, sin duda telón de fondo de la cumbre, será larga y tendrá -ya está teniendo- serios costes sociales para (como siempre) los más desfavorecidos, de entre los cuales están millones de jóvenes que, aun preparados, no encuentran su primer empleo. Pero saldremos de ella. Y lo haremos tanto más pronto cuanto más rápido se tomen medidas eficaces. Para ello hace falta, hace mucha falta, más coordinación entre Estados Unidos y Europa. También menos división y más decisión en el seno de la Unión Europea. Unos y otros deben saber que con una América Latina no autocomplaciente y atenta a los riesgos que puede depararnos el futuro se puede contar.

Enrique V. Iglesias es secretario general iberoamericano.
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