La Guerra Sin Fin
Al Presidente Mauricio Funes no le gustó el reporte Global Burden of Armed Violence 2011 dónde se menciona que desde 2004 a 2009, murieron más gente debido a la violencia en El Salvador que en Irak. Este reporte fue publicado por la Universidad de Cambridge Press y patrocinado por la Declaración de Ginebra (Geneva Declaration Secreatariat), una iniciativa diplomática respaldada por más de 100 países, incluyendo El Salvador. Estar en el primer puesto de los países más violentos del mundo hace mucho daño a El Salvador. Olvídese del sol salvadoreño, de las bellas playas, de los majestuosos volcanes, de nuestras campiñas, de nuestra bella gente que siempre tiene una sonrisa para el visitante. Lo que la gente últimamente ha estado leyendo en los periódicos mundiales es que El Salvador, idea que ya tenían, es un país violento.
Yo entiendo al Presidente Funes. Entiendo por qué haya salido descalificando el reporte dónde se nos mencionan como el país más violento del mundo, por delante de Irak. ¿Cómo puede ser? Ciertamente Irak, desde la intervención militar estadounidense, ha estado sangrando, pero la violencia en ese país es política y sectaria, no es la violencia que vivimos en El Salvador. Este dato es importante porque la violencia que causan grupos ilícitos como pandillas y narcos traficante representa una de las amenazas más grandes para la seguridad global. De hecho, muere más gente a consecuencia de la violencia que causan grupos ilícitos de la que causan guerras civiles u otros conflictos bélicos. Según la Organización Mundial de la Salud (WHO), en el 2004, hubo aproximadamente 182,000 muertes relacionadas a conflictos bélicos, mientras que 598,000 personas murieron a nivel mundial debido a la violencia social. Es decir, a nivel global, si una persona pierde la vida debido a un conflicto bélico, 3 la pierden producto de la violencia endémica.
Durante la guerra civil salvadoreña, que duró 12 años, la violencia la perpetuaban la guerrilla y el ejército, con objetivos políticos. Y el Presidente en turno podía echarle la culpa a la guerra civil. Hoy no es fácil ser Presidente y pasarse dos años y medio echándole la culpa a todo bicho viviente por la ola de delincuencia que sufre El Salvador. Desgraciadamente, el Presidente Funes no es el único político salvadoreño que es incapaz de reconocer su fracaso para resolver el problema de la delincuencia.
Por cada 100,000 personas en El Salvador, mueren 60 personas al año debido a la violencia perpetrada por violentos pandilleros y narcotraficantes. Ciertamente, la violencia que sufrimos los salvadoreños viene desde muy lejos. Durante los 20 años que gobernó ARENA, los pandilleros se adueñaron de las calles de El Salvador. ARENA permitió que Estados Unidos inundara a El Salvador con criminales deportados desde cárceles estadounidenses. Según el Departamento de Justicia estadounidense, desde 1993 a 1998, Estados Unidos deportó 1,201 salvadoreños criminales por año. Desde 2003 a 2008, esa cifra aumentó a 3,480 por año. En 2008, por ejemplo, 21,000 salvadoreños fueron deportados desde Estados Unidos, el 27% de ellos criminales.
La deportación de criminales salvadoreños desde Estados Unidos tuvo que haberse evitado, o por lo menos, implementar medidas para prevenir que esos criminales fundasen escuelas del crimen en El Salvador. El Salvador sigue recibiendo criminales deportados desde Estados Unidos, y el país es incapaz de persuadir al Gobierno de Estados Unidos que desista de una política errónea de deportar a salvadoreños criminales que están pagando su condena en cárceles estadounidenses. Hay que señalar que desde el punto de vista estadounidense, es una política equivocada porque los mismos criminales deportados regresan a Estados Unidos en cuando puedan, y además, con un doctorado criminal obtenido en las calles de El Salvador.
El problema de la delincuencia en El Salvador, y en gran parte del Hemisferio Americano, debe preocupar a Estados Unidos. Las pandillas operan como empresas, y coordinan sus actividades ilícitas inclusive en suelo estadounidense desde las calles de El Salvador. Es por eso que Estados Unidos no puede quedarse pasivamente observando el problema de la delincuencia en El Salvador. Se está viendo obligado a intervenir más directamente para resolver la delincuencia en El Salvador. Y tendrá que exigirle más al Gobierno de Funes para que de resultados.
En promedio 11 salvadoreños pierden la vida al día y más del 11.5% del PIB se desvanece al año debido a la violencia que causan los grupos ilícitos. El Salvador no se puede dar el lujo de seguir ocupando el puesto del país más violento del planeta. No dejemos que la guerra contra los violentos sea una guerra sin fin.
© 2011 Manuel García
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