Adios a Héctor Silva
La muerte del político más decente de El Salvador
Por Manuel García*
Cuando conocí al Dr. Héctor Silva, él era alcalde de San Salvador y estaba buscando la re-elección. Y yo estaba en San Salvador conociendo en primera persona a la izquierda moderada, la que podía ganar la presidencia. Yo había establecido mis credenciales cómo una persona capaz de establecer reuniones al más alto nivel en Estados Unidos.
Facundo Guardado fue quien me presentó a Héctor Silva. Facundo, cuando era Coordinador General del FMLN, fue quien buscó a Héctor para que fuese candidato a Alcalde de San Salvador. La re-elección municipal de Héctor Silva era una prioridad para la izquierda moderada. De hecho, Héctor era la cara visible y la esperanza para sacar a ARENA del poder. Pero Héctor no quería ser parte de una lucha entre izquierda moderada e izquierda radical. Héctor quería trabajar por El Salvador. Héctor soñaba con un El Salvador moderno. Fue eso lo que me hizo querer ayudarle en su re-elección.
Un domingo, Héctor me invitó a desayunar en el Hotel Princess para hablar sobre un viaje que yo le había propuesto para reunirse con altos directivos de empresas en Estados Unidos. El desayuno debía durar una hora, pero ese domingo, aparte de ser interrumpidos por personas que se acercaban a saludarlo, creo que estuvimos en el restaurante por tres horas. Fue ahí dónde yo comencé a conocer a Héctor Silva, el migueleño cómo yo (aunque haya nacido en Boston, Estados Unidos), comprometido con su familia, con los más pobres, con el trabajo de sacar adelante al país. Héctor creía religiosamente de la capacidad del gobierno municipal de mejorar la calidad de vida de los habitantes, y de ser un agente decisivo para cambiar una cultura de desorden. En definitiva, Héctor soñaba con transformar San Salvador, y el país en general, en una ciudad moderna y eficiente. Su pasión por las virtudes del municipalismo descentralizado era muy contagiosa.
En su re-elección para Alcalde de San Salvador, acompañé a Héctor a Estados Unidos. Estuvimos en Los Ángeles, San Francisco y el Valle del Silicón. Fue en estos viajes dónde continuamos nuestras charlas sobre San Miguel, nuestra ciudad del alma. Héctor me decía que sus años en San Miguel fueron los más felices de su vida. Lo que más le hacía feliz era ayudarles a madres pobres a dar a luz. Héctor era ginecólogo, y veía cada día la necesidad y pobreza en el hospital. Estoy convencido que en gran medida la experiencia en San Miguel transformó para siempre el pensamiento de Héctor Silva.
Una tarde de un jueves, mientras íbamos de San Francisco al Valle de Silicón, había un atasco tremendo en la carretera. Héctor iba a dar una charla a empresarios que había convocado un contacto mío. Héctor se dormía en el coche. Y de repente me dijo, si esto fuese El Salvador, ya habríamos salido de la carretera. Luego, mientras duró el viaje, me dio una charla sobre la cultura del desorden en El Salvador. Me habla como que yo no conociese la cultura salvadoreña.
Años después, acompañé a Héctor a Los Ángeles a varias reuniones. Era un gusto viajar con él porque siempre quería estar con la comunidad salvadoreña, y aunque teníamos una agenda apretada con importantes lideres empresariales estadounidenses, siempre había tiempo para tomarse un atol de lote o comerse una pupusa con los salvadoreños. Como gestor de su agenda durante estos viajes, Héctor me decía que primero eran los salvadoreños, y luego las celebridades de Hollywood. Nunca le llevé la contraria porque yo estaba de acuerdo con él. Una vez le organizaron una cena importante en Bel Air, la zona más exclusiva en Los Ángeles, y tuvimos que llegar tarde porque Héctor no quería salir de un evento comunitario que había organizado la comunidad salvadoreña.
Nunca le llamé Dr. Héctor Silva, solamente le decía Héctor. Estoy convencido que Héctor era el político más correcto de El Salvador. Tenía sus defectos, como cualquier persona, pero Héctor fue el único político que pudo haber sido Presidente de El Salvador, pero no quiso. Cuando fue becado a Harvard University, una y otra vez le insistí que volviese a postularse a la Presidencia. Pero Héctor estaba cansado. Revisando mis comunicaciones electrónicas privadas con él, me encontré este correo del 12 de abril del 2007: “Manuel, el próximo sábado 20, en el Kennedy School of Goverment de Harvard me han invitado a ser parte de un panel junto con un ex Primer Ministro de Tanzania, un representante del Banco Mundial y alguien de RTI (AID), te envio una copia de el punteo de mi presentación, y si tenes algún comentario BIENVENIDO. Héctor”
Hace casi un mes, más o menos, llamé a Héctor. Estaba en una reunión ministerial en Casa Presidencial. Tuvo la gentileza de tomar mi llamada, y preguntarme cómo me iban las cosas por Barcelona. La verdad, si hubiese sabido, le hubiese dicho que se tomase las cosas con calma. Como siempre decía él, hay veces que uno se aruña la cara por persignarse. Hemos perdido el político más decente de El Salvador.
© 2011 Manuel García
Por Manuel García*
Cuando conocí al Dr. Héctor Silva, él era alcalde de San Salvador y estaba buscando la re-elección. Y yo estaba en San Salvador conociendo en primera persona a la izquierda moderada, la que podía ganar la presidencia. Yo había establecido mis credenciales cómo una persona capaz de establecer reuniones al más alto nivel en Estados Unidos.
Facundo Guardado fue quien me presentó a Héctor Silva. Facundo, cuando era Coordinador General del FMLN, fue quien buscó a Héctor para que fuese candidato a Alcalde de San Salvador. La re-elección municipal de Héctor Silva era una prioridad para la izquierda moderada. De hecho, Héctor era la cara visible y la esperanza para sacar a ARENA del poder. Pero Héctor no quería ser parte de una lucha entre izquierda moderada e izquierda radical. Héctor quería trabajar por El Salvador. Héctor soñaba con un El Salvador moderno. Fue eso lo que me hizo querer ayudarle en su re-elección.
Un domingo, Héctor me invitó a desayunar en el Hotel Princess para hablar sobre un viaje que yo le había propuesto para reunirse con altos directivos de empresas en Estados Unidos. El desayuno debía durar una hora, pero ese domingo, aparte de ser interrumpidos por personas que se acercaban a saludarlo, creo que estuvimos en el restaurante por tres horas. Fue ahí dónde yo comencé a conocer a Héctor Silva, el migueleño cómo yo (aunque haya nacido en Boston, Estados Unidos), comprometido con su familia, con los más pobres, con el trabajo de sacar adelante al país. Héctor creía religiosamente de la capacidad del gobierno municipal de mejorar la calidad de vida de los habitantes, y de ser un agente decisivo para cambiar una cultura de desorden. En definitiva, Héctor soñaba con transformar San Salvador, y el país en general, en una ciudad moderna y eficiente. Su pasión por las virtudes del municipalismo descentralizado era muy contagiosa.
En su re-elección para Alcalde de San Salvador, acompañé a Héctor a Estados Unidos. Estuvimos en Los Ángeles, San Francisco y el Valle del Silicón. Fue en estos viajes dónde continuamos nuestras charlas sobre San Miguel, nuestra ciudad del alma. Héctor me decía que sus años en San Miguel fueron los más felices de su vida. Lo que más le hacía feliz era ayudarles a madres pobres a dar a luz. Héctor era ginecólogo, y veía cada día la necesidad y pobreza en el hospital. Estoy convencido que en gran medida la experiencia en San Miguel transformó para siempre el pensamiento de Héctor Silva.
Una tarde de un jueves, mientras íbamos de San Francisco al Valle de Silicón, había un atasco tremendo en la carretera. Héctor iba a dar una charla a empresarios que había convocado un contacto mío. Héctor se dormía en el coche. Y de repente me dijo, si esto fuese El Salvador, ya habríamos salido de la carretera. Luego, mientras duró el viaje, me dio una charla sobre la cultura del desorden en El Salvador. Me habla como que yo no conociese la cultura salvadoreña.
Años después, acompañé a Héctor a Los Ángeles a varias reuniones. Era un gusto viajar con él porque siempre quería estar con la comunidad salvadoreña, y aunque teníamos una agenda apretada con importantes lideres empresariales estadounidenses, siempre había tiempo para tomarse un atol de lote o comerse una pupusa con los salvadoreños. Como gestor de su agenda durante estos viajes, Héctor me decía que primero eran los salvadoreños, y luego las celebridades de Hollywood. Nunca le llevé la contraria porque yo estaba de acuerdo con él. Una vez le organizaron una cena importante en Bel Air, la zona más exclusiva en Los Ángeles, y tuvimos que llegar tarde porque Héctor no quería salir de un evento comunitario que había organizado la comunidad salvadoreña.
Nunca le llamé Dr. Héctor Silva, solamente le decía Héctor. Estoy convencido que Héctor era el político más correcto de El Salvador. Tenía sus defectos, como cualquier persona, pero Héctor fue el único político que pudo haber sido Presidente de El Salvador, pero no quiso. Cuando fue becado a Harvard University, una y otra vez le insistí que volviese a postularse a la Presidencia. Pero Héctor estaba cansado. Revisando mis comunicaciones electrónicas privadas con él, me encontré este correo del 12 de abril del 2007: “Manuel, el próximo sábado 20, en el Kennedy School of Goverment de Harvard me han invitado a ser parte de un panel junto con un ex Primer Ministro de Tanzania, un representante del Banco Mundial y alguien de RTI (AID), te envio una copia de el punteo de mi presentación, y si tenes algún comentario BIENVENIDO. Héctor”
Hace casi un mes, más o menos, llamé a Héctor. Estaba en una reunión ministerial en Casa Presidencial. Tuvo la gentileza de tomar mi llamada, y preguntarme cómo me iban las cosas por Barcelona. La verdad, si hubiese sabido, le hubiese dicho que se tomase las cosas con calma. Como siempre decía él, hay veces que uno se aruña la cara por persignarse. Hemos perdido el político más decente de El Salvador.
© 2011 Manuel García
En mis años de estudiante universitario, fui compañero de Mauricio, hermano de Hector y con frecuencia visité el hogar del Dr. Silva para el repaso de nuestros estudios. Luego de graduados los hermanos Silva tomaron sus decisiones políticas que respeto y en lo personal yo emigré a México. Siempre seguí por la cercania de esos tiempos la carrera de Hector y siempre me llamó poderosamente la atención su proyección, fue clara la influencia de los jesuitas, del movimiento social cristiano, del PDC y la enorme actividad politica que vivimos en la Universidad lo que conformó la trayectoria de Hector y de Mauricio.
ReplyDeletePor este medio le deseo a los Hermanos Silva Arguello y a sus familias me mas sentido pesame desde México.
Ing. Victor Manuel Melendez A.
victormanuelmelendezartiga.blogspot.com