La Nueva Fiscalía General de La República
Por José Manuel Ortiz Benítez
Los salvadoreños somos almas de pellejo resistente, acostumbrados a aguantar cualquier cosa que se nos eche encima. Guerras, terremotos, pestes, pobreza, exilios, corrupción, manipulación mediática, deportaciones, ineficiencia pública ...qué no habremos sufrido los salvadoreños a lo largo de nuestra historia?
La última vez que la raza guanaca vio una chispa de porvenir fue en 1528, la época de Atlacatl al frente de Cuzcatlan. Desde entonces, hemos cabalgado por un sendero tumultuoso, lleno de dificultades y desaciertos en busca de la prosperidad, una meta cada vez más lejana, gracias, entre otras, a la tullida gestión de la cosa pública que practican los señores que ejercen el poder.
Inglaterra, EE.UU, Holanda se desarrollaron hace más de 100 años. Vietnam, Chile, Uruguay, Costa Rica, Colombia se han modernizado en los últimos 25. Sus ciudadanos nacen y crecen más o menos en espacios de avance económico y paz social.
Qué ha pasado en El Salvador, qué ha hecho El Salvador de sus ciudadanos? El espacio nacional nos ha hecho lo que somos: una raza nómada, bajita, sufridora, altamente crispada, enfrascada en la violencia y la precariedad.
Qué hace que los países avancen colectivamente? Los que saben dicen: liderazgos políticos sólidos, competentes y transparentes. Qué hace que los países retrocedan? Los que saben dicen lo contrario: liderazgos políticos inestables, incompetentes, poco transparentes.
Si los que saben no se equivocan, en El Salvador la oferta de porvenir dada a la raza llana por parte del poder ha sido un timo.
En el transcurro de las décadas, una tercera parte de la casta guanaca ha tenido que huir y buscar suerte en otro lado. Las otras 2 partes han tenido que sacrificarse y aguantar la presión del espacio nacional, un territorio cada vez más hostil donde se requiere de ser un experto en inseguridad y extorsiones para sobrevivir el día a día.
Hemos tenido recetas de la derecha y de la izquierda y los problemas, que en su mayoría, no requieren de propuestas ideológicas, sino de soluciones técnicas, siguen hipotecando el futuro de la raza, sobre todo el de nuestra sangre joven, la más valiosa en la búsqueda del porvenir para nuestro país. No hay otro componente de la población más estratégico para el desarrollo nacional que los jóvenes. El poeta Ruben Dario lo define definitivamente: “Juventud, tesoro divino. “
Parte del problema, es que el país entero todavía se administra como si fuera un partido político de un solo dueño.
El que controla el partido que gana las elecciones reparte las instituciones entre sus principales amistades y militantes, según “la onza” de lealtad hacia el partido. La onza de lealtad al partido pesa más que la onza de honestidad y capacidad de cualquier aspirante. Ahora se sabe que la onza es una fuerte práctica habitual tanto en la derecha como en la izquierda.
Ministerios, Autónomas, Bancos Nacionales, Superintendencias, Diputaciones, Secretarías, Gobernaciones, todas, instituciones claves en el desarrollo del país, terminan siendo administradas más que por personas honestas y competentes, por personas “debidamente” enganchadas al partido en el poder.
“Así trabajan las democracias del mundo moderno” dice mi estimado tocayo don Manuel, gesticulando con las dos manos, “excepto que en El Salvador, una sola familia puede tener todo el control del aparato partidario, demasiado poder” termina con la mirada puesta en la portada del Diario de Hoy. Otro caso de violencia.
No hace falta mencionar qué familia (realmente) manda en el partido de derecha y qué familia (realmente) manda en la izquierda. Dos hombres de familia ejercen el monopolio del poder, y lo ejercen con firmeza, sin ningún cargo de conciencia, sobre todo, cuando se conoce que el resultado de la gestión no ha sido el que todos hubiéramos deseado.
En un sistema bipartidista controlado por dos hombres, como el que sufre El Salvador, ya no se discuten las ideas, ni siquiera las ideologías, al igual que en una mafia, en un cuartel o en cualquier organización vertical, no se discute el plan, se ejecuta, tal como lo ha diseñado el mandamás.
El sistema salvadoreño, un capataz por cada partido (partidos cerrados), es un sistema medieval, adverso para los ciudadanos, y por ende para el desarrollo del país, porque los principales partidos no se someten a ninguna fiscalización ciudadana. Caciquismo Partidista es donde estamos.
En el Caciquismo Partidista no se premian las ideas, la renovación, el debate a profundidad, la autocrítica, la réplica, ni la fuerza del colectivo. Un sistema así no produce cuadros de gestión, produce cuadros partidarios. Por eso la fórmula ideal que se busca en los servidores públicos, lealtad de partido + capacidad de gestión, es más bien una rareza. Quien avanza en el partido y se nomina en el poder es aquel quien mejor pelea los colores del partido, no quien posee más inteligencia y capacidad de gestión. De hecho, la inteligencia es un “requisito opcional” en los partidos que, cuando se marca en la solicitud de afiliación, se valora mal por la dirigencia. A la hora de mantener el control del aparato partidario, más vale estar rodeado de socios de conocimiento limitado que de personas listas, bien informadas.
Una nacioncita, cuyo futuro recae en los hombros de dos partidos, cuyos dueños son no más que dos familias, es una nacioncita amarrada a la buena voluntad de esas dos familias.
Los partidos funcionan para sí mismo, dice Don Manuel. Nadie va a cambiar eso, dice. Sin embargo, cada vez que Marte se cruza enfrente del sol, el sistema bipartidista salvadoreño, con todos sus defectos y anomalías graves, inexplicablemente produce un fenómeno esperanzador: una persona, capaz y honesta, es electa a la gestión de la cosa pública, y hace temblar la imagen arraigada en las mentes salvadoreñas: que todos los altos servidores públicos son igualmente corruptos.
No siempre. Esperamos. Douglas Arquímedes Meléndez Ruiz fue electo Fiscal General de la República por todos los partidos políticos representados en la Asamblea Legislativa el 5 de enero de 2016.
En ocho meses, este nuevo F1, con mirada de insecto y músculos de hormiga, ha hecho por la raza salvadoreña lo que no ha hecho nunca ningún fiscal general en la historia de nuestra nación: desobedecer líneas esencialmente partidistas en la lucha contra la impunidad.
Otros artículos de este autor AQUI.
José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño en Washington, DC.
Los salvadoreños somos almas de pellejo resistente, acostumbrados a aguantar cualquier cosa que se nos eche encima. Guerras, terremotos, pestes, pobreza, exilios, corrupción, manipulación mediática, deportaciones, ineficiencia pública ...qué no habremos sufrido los salvadoreños a lo largo de nuestra historia?
La última vez que la raza guanaca vio una chispa de porvenir fue en 1528, la época de Atlacatl al frente de Cuzcatlan. Desde entonces, hemos cabalgado por un sendero tumultuoso, lleno de dificultades y desaciertos en busca de la prosperidad, una meta cada vez más lejana, gracias, entre otras, a la tullida gestión de la cosa pública que practican los señores que ejercen el poder.
Inglaterra, EE.UU, Holanda se desarrollaron hace más de 100 años. Vietnam, Chile, Uruguay, Costa Rica, Colombia se han modernizado en los últimos 25. Sus ciudadanos nacen y crecen más o menos en espacios de avance económico y paz social.
Qué ha pasado en El Salvador, qué ha hecho El Salvador de sus ciudadanos? El espacio nacional nos ha hecho lo que somos: una raza nómada, bajita, sufridora, altamente crispada, enfrascada en la violencia y la precariedad.
Qué hace que los países avancen colectivamente? Los que saben dicen: liderazgos políticos sólidos, competentes y transparentes. Qué hace que los países retrocedan? Los que saben dicen lo contrario: liderazgos políticos inestables, incompetentes, poco transparentes.
Si los que saben no se equivocan, en El Salvador la oferta de porvenir dada a la raza llana por parte del poder ha sido un timo.
En el transcurro de las décadas, una tercera parte de la casta guanaca ha tenido que huir y buscar suerte en otro lado. Las otras 2 partes han tenido que sacrificarse y aguantar la presión del espacio nacional, un territorio cada vez más hostil donde se requiere de ser un experto en inseguridad y extorsiones para sobrevivir el día a día.
Hemos tenido recetas de la derecha y de la izquierda y los problemas, que en su mayoría, no requieren de propuestas ideológicas, sino de soluciones técnicas, siguen hipotecando el futuro de la raza, sobre todo el de nuestra sangre joven, la más valiosa en la búsqueda del porvenir para nuestro país. No hay otro componente de la población más estratégico para el desarrollo nacional que los jóvenes. El poeta Ruben Dario lo define definitivamente: “Juventud, tesoro divino. “
Parte del problema, es que el país entero todavía se administra como si fuera un partido político de un solo dueño.
El que controla el partido que gana las elecciones reparte las instituciones entre sus principales amistades y militantes, según “la onza” de lealtad hacia el partido. La onza de lealtad al partido pesa más que la onza de honestidad y capacidad de cualquier aspirante. Ahora se sabe que la onza es una fuerte práctica habitual tanto en la derecha como en la izquierda.
Ministerios, Autónomas, Bancos Nacionales, Superintendencias, Diputaciones, Secretarías, Gobernaciones, todas, instituciones claves en el desarrollo del país, terminan siendo administradas más que por personas honestas y competentes, por personas “debidamente” enganchadas al partido en el poder.
“Así trabajan las democracias del mundo moderno” dice mi estimado tocayo don Manuel, gesticulando con las dos manos, “excepto que en El Salvador, una sola familia puede tener todo el control del aparato partidario, demasiado poder” termina con la mirada puesta en la portada del Diario de Hoy. Otro caso de violencia.
No hace falta mencionar qué familia (realmente) manda en el partido de derecha y qué familia (realmente) manda en la izquierda. Dos hombres de familia ejercen el monopolio del poder, y lo ejercen con firmeza, sin ningún cargo de conciencia, sobre todo, cuando se conoce que el resultado de la gestión no ha sido el que todos hubiéramos deseado.
En un sistema bipartidista controlado por dos hombres, como el que sufre El Salvador, ya no se discuten las ideas, ni siquiera las ideologías, al igual que en una mafia, en un cuartel o en cualquier organización vertical, no se discute el plan, se ejecuta, tal como lo ha diseñado el mandamás.
El sistema salvadoreño, un capataz por cada partido (partidos cerrados), es un sistema medieval, adverso para los ciudadanos, y por ende para el desarrollo del país, porque los principales partidos no se someten a ninguna fiscalización ciudadana. Caciquismo Partidista es donde estamos.
En el Caciquismo Partidista no se premian las ideas, la renovación, el debate a profundidad, la autocrítica, la réplica, ni la fuerza del colectivo. Un sistema así no produce cuadros de gestión, produce cuadros partidarios. Por eso la fórmula ideal que se busca en los servidores públicos, lealtad de partido + capacidad de gestión, es más bien una rareza. Quien avanza en el partido y se nomina en el poder es aquel quien mejor pelea los colores del partido, no quien posee más inteligencia y capacidad de gestión. De hecho, la inteligencia es un “requisito opcional” en los partidos que, cuando se marca en la solicitud de afiliación, se valora mal por la dirigencia. A la hora de mantener el control del aparato partidario, más vale estar rodeado de socios de conocimiento limitado que de personas listas, bien informadas.
Una nacioncita, cuyo futuro recae en los hombros de dos partidos, cuyos dueños son no más que dos familias, es una nacioncita amarrada a la buena voluntad de esas dos familias.
Los partidos funcionan para sí mismo, dice Don Manuel. Nadie va a cambiar eso, dice. Sin embargo, cada vez que Marte se cruza enfrente del sol, el sistema bipartidista salvadoreño, con todos sus defectos y anomalías graves, inexplicablemente produce un fenómeno esperanzador: una persona, capaz y honesta, es electa a la gestión de la cosa pública, y hace temblar la imagen arraigada en las mentes salvadoreñas: que todos los altos servidores públicos son igualmente corruptos.
No siempre. Esperamos. Douglas Arquímedes Meléndez Ruiz fue electo Fiscal General de la República por todos los partidos políticos representados en la Asamblea Legislativa el 5 de enero de 2016.
En ocho meses, este nuevo F1, con mirada de insecto y músculos de hormiga, ha hecho por la raza salvadoreña lo que no ha hecho nunca ningún fiscal general en la historia de nuestra nación: desobedecer líneas esencialmente partidistas en la lucha contra la impunidad.
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José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño en Washington, DC.
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