Ante Trump, Diplomacia o confrontación?
Alternativas GOES ante Trump: Diplomacia o confrontación
Por Luis Montes Brito
El gane de las elecciones presidenciales por parte de Donald Trump vuelve inminente un cambio de dirección tanto de la política doméstica como de la política exterior estadounidense. Estos cambios modificarán la forma y condiciones de las relaciones de este país con el resto del mundo, lo cual genera un impacto global debido a su posición de influencia como primera potencia mundial.
Actualmente El Salvador, y casi toda Latinoamérica, juega un papel irrelevante dentro de las prioridades de la política exterior estadounidense. Preocupa como algunos actores políticos salvadoreños parecieran no darse cuenta de la importancia (o falta de ésta) que significa para Estados Unidos su relación con El Salvador, producto de lo cual no puede esperarse del país del norte un tratamiento preferencial o especial, como lo fue en el pasado.
El doble discurso de personeros del partido oficial salvadoreño, no ayuda a mejorar las relaciones bilaterales y terminan afectando al país, así como a la comunidad de salvadoreños en el exterior, específicamente a la que vive en Estados Unidos o está en tránsito hacia ese destino.
Trump a diferencia de Obama, no es políticamente liberal ni tolerante, sino más bien es impredecible y autoritario. Trump evalúa el nivel de sus relaciones en términos de rendimiento de inversión y no en términos de solidaridad y justicia. El todavía presidente electo, es consciente del músculo político, financiero y militar que representa Estados Unidos y no tiene dilemas morales en hacerlo valer en el plano de sus relaciones con quien interactúa. En una relación tan desigual es contraproducente que el partido oficial salvadoreño mantenga una política confrontativa. Si el GOES tuviese alguna inconformidad o diferencia de criterio con cualquier país, incluyendo Estados Unidos, debe evacuarla acorde a lo normado en el mundo de la diplomacia, canalizándola por las vías correspondientes y no a través de acciones retóricas mediáticas que solo tensan innecesariamente la cada vez más precaria relación.
El GOES debe actualizar su Política Exterior a la luz de los intereses nacionales, anteponiéndolos a los de partido. Debe diseñar su nuevo trato con el gobierno estadounidense con base a la nueva realidad, priorizando a los salvadoreños residentes en la nación del norte. Apegarse a una estrategia que le permita una interrelación menos polarizante con los nuevos actores. Los funcionarios del estado salvadoreño no deben continuar malgastando los exiguos recursos financieros y diplomáticos haciendo turismo político o viniendo a discutir o promover agendas particulares o intereses de grupo. Venir a Washington debiera estar regido por intereses nacionales, dónde las comitivas debiesen conformarlas las personas adecuadas que se reúnan a su vez con la contraparte indicada para abordar temas estratégicos, seleccionando rigurosamente a sus interlocutores más allá de una afinidad ideológica.
La política exterior de EEUU está a punto de sufrir un cambio dramático en sus objetivos y métodos. Este tipo de cambio radical de conducción de la política exterior estadounidense tiene como antecedente más cercano la transición de la Administración Carter a la del presidente Reagan, llevada a cabo en 1980. Los que vivimos esa época recordamos bien la diferencia entre un gobierno y otro.
Al leer el mensaje implícito en la selección de miembros del gabinete de Donald Trump, El Salvador debiera tener diseñada, y puesta en práctica, una política exterior proactiva, flexible y menos retórica. Entrar en la dinámica de la confrontación con el gobierno entrante estadounidense es perder la batalla antes de iniciarla. Hacerlo significa desenvolverse en el terreno dónde la nueva administración tiene mayores ventajas y donde las condiciones le favorecen en un 100%. Confrontar no abonaría a crear el clima de diálogo necesario para lograr los resultados más propicios para los intereses y sobre todo el bienestar de los salvadoreños en Estados Unidos.
Por parte de El Salvador, en el campo de designaciones de actores idóneos para dirigir su política exterior, el reciente nombramiento de José Luis Merino, es de difícil justificación en términos de diplomacia o de promoción de inversiones, ya que su visado a Estados Unidos, principal socio comercial de El Salvador, uno de sus mayores cooperantes y lugar de residencia de casi 3 millones de compatriotas que aportan un 25% del PIB salvadoreño, está cuestionado por reportes de autoridades estadounidenses.
Considerando las bochornosas experiencias de casos similares de altos funcionarios con estatus diplomático de El Salvador y otros países, es muy probable que aún obteniendo un visado estadounidense Merino se abstenga por decisión personal de visitar este país. El nombramiento como Vicecanciller de Merino pareciera corresponder más a la tesis de tener un objetivo personal como es la intención de blindarse con un estatus diplomático debido a los señalamientos directos por parte del Senador Marco Rubio, quien lo acusa de estar involucrado en el lavado de dinero para la guerrilla de las FARC. Hay que recordar que el Senador Rubio es un influyente miembro de los comités del Senado: de Relaciones Exteriores, del Comité de Inteligencia y del Comité de Pequeños Negocios y Emprendedurismo, entre otros. Encontrarle lógica al nombramiento del Vicecanciller Merino es difícil para los que no están dentro del círculo de esa discutida toma de decisión. Sobra decir que dicha designación no abona a mejorar la relaciones bilaterales EEUU-ES sino al contrario la afecta, debilitando la posición salvadoreña ante su socio del norte. Vale la pena preguntarse con visión de país: A quién beneficia este nombramiento? de qué manera?
Los cambios en la política exterior estadounidense hacia El Salvador y comunidad inmigrante han empezado a sentirse a nivel local, a nivel estatal y a nivel federal, ya ciertos gobiernos de los diferentes niveles empezaron a adoptar nuevas medidas que al final se traducen en una mayor presión a los inmigrantes y con ello a los países que reciben remesas familiares.
Finalmente, a nivel federal, Estados Unidos presiona de diferentes maneras al gobierno salvadoreño durante las reuniones bilaterales, en declaraciones públicas dentro y fuera de El Salvador, así como con la aplicación de disposiciones internas en EEUU. Es de dominio público que más allá del discurso antinorteamericano de varios líderes del partido oficial salvadoreño estos han enviado y/o contratado familiares, cuadros y simpatizantes para ubicarlos en consulados y Misiones Diplomáticas dentro de Estados Unidos, el Departamento de Estado está obligando al GOES a la rotación de personal que tiene ya algún tiempo destacado en la misma sede consular o diplomática, situación por la cual estaremos viendo el próximo año un movimiento inusual (traslados) de cónsules, funcionarios diplomáticos y hasta personal administrativo del gobierno salvadoreño destacados en Estados Unidos.
Luis Montes Brito Ingeniero Industrial,ex Viceministro de Relaciones Exteriores de El Salvador,
Por Luis Montes Brito
El gane de las elecciones presidenciales por parte de Donald Trump vuelve inminente un cambio de dirección tanto de la política doméstica como de la política exterior estadounidense. Estos cambios modificarán la forma y condiciones de las relaciones de este país con el resto del mundo, lo cual genera un impacto global debido a su posición de influencia como primera potencia mundial.
Actualmente El Salvador, y casi toda Latinoamérica, juega un papel irrelevante dentro de las prioridades de la política exterior estadounidense. Preocupa como algunos actores políticos salvadoreños parecieran no darse cuenta de la importancia (o falta de ésta) que significa para Estados Unidos su relación con El Salvador, producto de lo cual no puede esperarse del país del norte un tratamiento preferencial o especial, como lo fue en el pasado.
El doble discurso de personeros del partido oficial salvadoreño, no ayuda a mejorar las relaciones bilaterales y terminan afectando al país, así como a la comunidad de salvadoreños en el exterior, específicamente a la que vive en Estados Unidos o está en tránsito hacia ese destino.
Trump a diferencia de Obama, no es políticamente liberal ni tolerante, sino más bien es impredecible y autoritario. Trump evalúa el nivel de sus relaciones en términos de rendimiento de inversión y no en términos de solidaridad y justicia. El todavía presidente electo, es consciente del músculo político, financiero y militar que representa Estados Unidos y no tiene dilemas morales en hacerlo valer en el plano de sus relaciones con quien interactúa. En una relación tan desigual es contraproducente que el partido oficial salvadoreño mantenga una política confrontativa. Si el GOES tuviese alguna inconformidad o diferencia de criterio con cualquier país, incluyendo Estados Unidos, debe evacuarla acorde a lo normado en el mundo de la diplomacia, canalizándola por las vías correspondientes y no a través de acciones retóricas mediáticas que solo tensan innecesariamente la cada vez más precaria relación.
El GOES debe actualizar su Política Exterior a la luz de los intereses nacionales, anteponiéndolos a los de partido. Debe diseñar su nuevo trato con el gobierno estadounidense con base a la nueva realidad, priorizando a los salvadoreños residentes en la nación del norte. Apegarse a una estrategia que le permita una interrelación menos polarizante con los nuevos actores. Los funcionarios del estado salvadoreño no deben continuar malgastando los exiguos recursos financieros y diplomáticos haciendo turismo político o viniendo a discutir o promover agendas particulares o intereses de grupo. Venir a Washington debiera estar regido por intereses nacionales, dónde las comitivas debiesen conformarlas las personas adecuadas que se reúnan a su vez con la contraparte indicada para abordar temas estratégicos, seleccionando rigurosamente a sus interlocutores más allá de una afinidad ideológica.
La política exterior de EEUU está a punto de sufrir un cambio dramático en sus objetivos y métodos. Este tipo de cambio radical de conducción de la política exterior estadounidense tiene como antecedente más cercano la transición de la Administración Carter a la del presidente Reagan, llevada a cabo en 1980. Los que vivimos esa época recordamos bien la diferencia entre un gobierno y otro.
Al leer el mensaje implícito en la selección de miembros del gabinete de Donald Trump, El Salvador debiera tener diseñada, y puesta en práctica, una política exterior proactiva, flexible y menos retórica. Entrar en la dinámica de la confrontación con el gobierno entrante estadounidense es perder la batalla antes de iniciarla. Hacerlo significa desenvolverse en el terreno dónde la nueva administración tiene mayores ventajas y donde las condiciones le favorecen en un 100%. Confrontar no abonaría a crear el clima de diálogo necesario para lograr los resultados más propicios para los intereses y sobre todo el bienestar de los salvadoreños en Estados Unidos.
Por parte de El Salvador, en el campo de designaciones de actores idóneos para dirigir su política exterior, el reciente nombramiento de José Luis Merino, es de difícil justificación en términos de diplomacia o de promoción de inversiones, ya que su visado a Estados Unidos, principal socio comercial de El Salvador, uno de sus mayores cooperantes y lugar de residencia de casi 3 millones de compatriotas que aportan un 25% del PIB salvadoreño, está cuestionado por reportes de autoridades estadounidenses.
Considerando las bochornosas experiencias de casos similares de altos funcionarios con estatus diplomático de El Salvador y otros países, es muy probable que aún obteniendo un visado estadounidense Merino se abstenga por decisión personal de visitar este país. El nombramiento como Vicecanciller de Merino pareciera corresponder más a la tesis de tener un objetivo personal como es la intención de blindarse con un estatus diplomático debido a los señalamientos directos por parte del Senador Marco Rubio, quien lo acusa de estar involucrado en el lavado de dinero para la guerrilla de las FARC. Hay que recordar que el Senador Rubio es un influyente miembro de los comités del Senado: de Relaciones Exteriores, del Comité de Inteligencia y del Comité de Pequeños Negocios y Emprendedurismo, entre otros. Encontrarle lógica al nombramiento del Vicecanciller Merino es difícil para los que no están dentro del círculo de esa discutida toma de decisión. Sobra decir que dicha designación no abona a mejorar la relaciones bilaterales EEUU-ES sino al contrario la afecta, debilitando la posición salvadoreña ante su socio del norte. Vale la pena preguntarse con visión de país: A quién beneficia este nombramiento? de qué manera?
Los cambios en la política exterior estadounidense hacia El Salvador y comunidad inmigrante han empezado a sentirse a nivel local, a nivel estatal y a nivel federal, ya ciertos gobiernos de los diferentes niveles empezaron a adoptar nuevas medidas que al final se traducen en una mayor presión a los inmigrantes y con ello a los países que reciben remesas familiares.
Finalmente, a nivel federal, Estados Unidos presiona de diferentes maneras al gobierno salvadoreño durante las reuniones bilaterales, en declaraciones públicas dentro y fuera de El Salvador, así como con la aplicación de disposiciones internas en EEUU. Es de dominio público que más allá del discurso antinorteamericano de varios líderes del partido oficial salvadoreño estos han enviado y/o contratado familiares, cuadros y simpatizantes para ubicarlos en consulados y Misiones Diplomáticas dentro de Estados Unidos, el Departamento de Estado está obligando al GOES a la rotación de personal que tiene ya algún tiempo destacado en la misma sede consular o diplomática, situación por la cual estaremos viendo el próximo año un movimiento inusual (traslados) de cónsules, funcionarios diplomáticos y hasta personal administrativo del gobierno salvadoreño destacados en Estados Unidos.
Luis Montes Brito Ingeniero Industrial,ex Viceministro de Relaciones Exteriores de El Salvador,
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