Quién pondrá la mano de obra del muro de Trump?
Por José Manuel Ortiz Benítez
Parte del aparataje que sostendrá a Donald Trump y a John Roberts, el juez que le administrará el juramento en el cargo, está hecho con mano de obra latinoamericana.
Nada en la construcción se mueve en esta ciudad de poder imperial sin la mano de obra latinoamericana. La emblemática Torre del Servicio Postal en la avenida Pennsylvania, ahora convertida en hotel 5-estrellas, The Trump International Hotel, es ejemplo de ello. “La mayoría de los que trabajamos aquí somos de El Salvador”, gritó el salvadoreño Ramón Álvarez, de 48 años de edad, desde una ventana en el 8º piso, durante una protesta estudiantil.
Los latinos (como se les llama aquí en estas tierras a los latinoamericanos), comandados generalmente por un capataz blanco, son como hormigas, trabajadoras, humildes, incansables, sacrificables a la hora de completar cualquier proyecto de construcción que se les eche encima.
Cuando un nuevo edificio brota en la ciudad, como un champiñón en el campo, se debe a la laboriosidad, la tenacidad, la habilidad constructora de esas trabajadoras hormigas latinoamericanas. Esta gente ha aprendido a hacer bien el trabajo y aguanta lo que sea: frio, calor, calambres de piernas, o el sacrificio final: los accidentes mortales.
En construcción, ya sea autopistas, urbanizaciones, reparaciones de andén, o el tejado nuevo en la casa del vecino, ahí están los bad hombres con su herramienta en mano listos para transformar el proyecto encargado en una obra de utilidad.
Según la Oficina Nacional de Estadística de Trabajo (Bureau of Labor Statistics), los trabajadores latinos representan el 38% de toda la fuerza laboral del sector de la Construcción a nivel nacional. Ningún otro grupo racial tiene tanta presencia en la masa laboral de la construcción en EE.UU.
Hay subsectores de la construcción, por ejemplo, la remodelación de espacios residenciales, el asfaltado de calles y autopistas, la cimentación y levantamiento de muros, el mantenimiento de edificios, etc., donde prácticamente toda la masa laboral está integrada por trabajadores latinos.
La existencia de Donald Trump está edificada alrededor de la construcción. Al hombre le encanta la construcción, pero no siempre paga. Juan Carlos Enriquez le hizo un trabajo en su Campo de Golf El Doral en Florida. Hasta la fecha, Juan Carlos no ha podido cobrar por la obra realizada. Ahora le dice al mundo que el presidente de EE.UU le debe $300,000 por un trabajo de pintura.
La Torre Trump en la Quinta Avenida, en Nueva York, su buque insignia, su casa, el espacio de trabajo donde instaló el equipo de transición, fue erigida por mano de obra latina y polaca, entre ellos muchos indocumentados, quienes sostienen que Trump les debe un puñado de horas extras. Cuando es para su propio beneficio, a Trump le importa un comino si la masa laboral que emplea en sus proyectos es legal o ilegal, lo que le importa realmente es ganar.
Ha ganado las elecciones de EE.UU. haciendo una promesa firme de construir un muro de contención humana en la frontera con México y dada la alta presencia latina en el sector de la construcción y el grado de dureza y complejidad que requiere la obra prometida por Trump, lo más probable es que, si el muro se construye, sean los propios latinos los que tengan que mudarse al desierto y poner el lomo para construir la obra y, como hemos visto en el pasado, de las muchas obras que hace Donald Trump, algunas nunca las paga.
José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño en la ciudad de Washington, DC. Twitter: @jjmmortiz
Parte del aparataje que sostendrá a Donald Trump y a John Roberts, el juez que le administrará el juramento en el cargo, está hecho con mano de obra latinoamericana.
Nada en la construcción se mueve en esta ciudad de poder imperial sin la mano de obra latinoamericana. La emblemática Torre del Servicio Postal en la avenida Pennsylvania, ahora convertida en hotel 5-estrellas, The Trump International Hotel, es ejemplo de ello. “La mayoría de los que trabajamos aquí somos de El Salvador”, gritó el salvadoreño Ramón Álvarez, de 48 años de edad, desde una ventana en el 8º piso, durante una protesta estudiantil.
Los latinos (como se les llama aquí en estas tierras a los latinoamericanos), comandados generalmente por un capataz blanco, son como hormigas, trabajadoras, humildes, incansables, sacrificables a la hora de completar cualquier proyecto de construcción que se les eche encima.
Cuando un nuevo edificio brota en la ciudad, como un champiñón en el campo, se debe a la laboriosidad, la tenacidad, la habilidad constructora de esas trabajadoras hormigas latinoamericanas. Esta gente ha aprendido a hacer bien el trabajo y aguanta lo que sea: frio, calor, calambres de piernas, o el sacrificio final: los accidentes mortales.
En construcción, ya sea autopistas, urbanizaciones, reparaciones de andén, o el tejado nuevo en la casa del vecino, ahí están los bad hombres con su herramienta en mano listos para transformar el proyecto encargado en una obra de utilidad.
Según la Oficina Nacional de Estadística de Trabajo (Bureau of Labor Statistics), los trabajadores latinos representan el 38% de toda la fuerza laboral del sector de la Construcción a nivel nacional. Ningún otro grupo racial tiene tanta presencia en la masa laboral de la construcción en EE.UU.
Hay subsectores de la construcción, por ejemplo, la remodelación de espacios residenciales, el asfaltado de calles y autopistas, la cimentación y levantamiento de muros, el mantenimiento de edificios, etc., donde prácticamente toda la masa laboral está integrada por trabajadores latinos.
La existencia de Donald Trump está edificada alrededor de la construcción. Al hombre le encanta la construcción, pero no siempre paga. Juan Carlos Enriquez le hizo un trabajo en su Campo de Golf El Doral en Florida. Hasta la fecha, Juan Carlos no ha podido cobrar por la obra realizada. Ahora le dice al mundo que el presidente de EE.UU le debe $300,000 por un trabajo de pintura.
La Torre Trump en la Quinta Avenida, en Nueva York, su buque insignia, su casa, el espacio de trabajo donde instaló el equipo de transición, fue erigida por mano de obra latina y polaca, entre ellos muchos indocumentados, quienes sostienen que Trump les debe un puñado de horas extras. Cuando es para su propio beneficio, a Trump le importa un comino si la masa laboral que emplea en sus proyectos es legal o ilegal, lo que le importa realmente es ganar.
Ha ganado las elecciones de EE.UU. haciendo una promesa firme de construir un muro de contención humana en la frontera con México y dada la alta presencia latina en el sector de la construcción y el grado de dureza y complejidad que requiere la obra prometida por Trump, lo más probable es que, si el muro se construye, sean los propios latinos los que tengan que mudarse al desierto y poner el lomo para construir la obra y, como hemos visto en el pasado, de las muchas obras que hace Donald Trump, algunas nunca las paga.
José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño en la ciudad de Washington, DC. Twitter: @jjmmortiz
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