Amistades Peligrosas Por José Manuel Ortiz Benítez
Esto parece una trama de novela de espías en la que, a medida que avanzas tu lectura, aumentan las posibilidades que tu amigo confidente te traicione y de repente te ves en la disyuntiva real de ir a parar a una bartolina mal oliente, en un centro penal aglutinado. Por muy pequeña que sea esa posibilidad, el pensamiento te puede causar terror.
Lo bueno es que en tu caso no estarías solo en el penal de Mariona, ahí está ya el resto del séquito que te apoyaba mientras fungías como presidente de república, con quienes podrías jugar al Bingo, a contar los días o al Mentiroso, cualquier juego para entretenerse y mermar el paso perezoso del tiempo.
Mi estimado tocayo Don Manuel, con quien algunas veces tengo alguna desavenencia, dice que las amistades duraderas no aparecen en el desayuno la mañana subsiguiente, después de una fiesta social, después de una negociación fructífera y mucho menos después de una recepción política en la ciudad que sostiene el imperio.
“Si hay algo real y auténtico en política, es que no hay amistades, hay intereses” zanja el honorable tocayo Don Manuel con una taza de café humeante, mientras lee detenidamente el matutino El Nuevo Diario de Nicaragua.
“La amistad se demuestra con la preocupación genuina por el amigo, interesándose por su felicidad, por sus logros, por sus problemas. Un amigo es el que está en todo momento, el que te levanta el ánimo cuando estás hundido.” No es en la abundancia, en la exuberancia, en la comodidad, en la buena onda, o en los buenos momentos inolvidables que producen la leche y las mieles del poder, sino en la turbación y en el fracaso donde se pone a prueba la calidad de una amistad.
“Sólo en el peligro se conoce al verdadero amigo” comenta sabiamente Cicerón.
Sin franqueza, sinceridad y confianza recíprocas no hay amistad que se sostenga.
Sin embargo, la evolución humana nos ha regalado el don de la actuación, con la que el ser humano puede jugar a ser tu mejor amigo o cualquier cosa que su interés personal le pida y que su creatividad le permita.
Por ejemplo, un allegado o interesado puede planificar ir a visitarte al hospital y dejarte chocolates con frambuesas, tras un accidente de coche donde te has roto la pierna, y pretender que la visita se hace porque existe una amistad genuina entre ambos, cuando en realidad lo que hay es un interés de conveniencia, ya sea porque tienes dinero, eres famoso, o presidente de nación.
De frente, el allegado puede actuar a ser el amigo perfecto y detrás puede hundirte el puñal.
Pero llega un momento en que el farsante de la amistad, en un momento de exaltación interior, te enseña su verdadera naturaleza y entonces te das cuenta que has sido víctima de una traición imperdonable.
Quizás te lo merezcas, quizás no. Lo que está claro es que en política hay amistades peligrosas y al final te quedas solo con tus problemas.
Lo bueno es que en tu caso no estarías solo en el penal de Mariona, ahí está ya el resto del séquito que te apoyaba mientras fungías como presidente de república, con quienes podrías jugar al Bingo, a contar los días o al Mentiroso, cualquier juego para entretenerse y mermar el paso perezoso del tiempo.
Mi estimado tocayo Don Manuel, con quien algunas veces tengo alguna desavenencia, dice que las amistades duraderas no aparecen en el desayuno la mañana subsiguiente, después de una fiesta social, después de una negociación fructífera y mucho menos después de una recepción política en la ciudad que sostiene el imperio.
“Si hay algo real y auténtico en política, es que no hay amistades, hay intereses” zanja el honorable tocayo Don Manuel con una taza de café humeante, mientras lee detenidamente el matutino El Nuevo Diario de Nicaragua.
“La amistad se demuestra con la preocupación genuina por el amigo, interesándose por su felicidad, por sus logros, por sus problemas. Un amigo es el que está en todo momento, el que te levanta el ánimo cuando estás hundido.” No es en la abundancia, en la exuberancia, en la comodidad, en la buena onda, o en los buenos momentos inolvidables que producen la leche y las mieles del poder, sino en la turbación y en el fracaso donde se pone a prueba la calidad de una amistad.
“Sólo en el peligro se conoce al verdadero amigo” comenta sabiamente Cicerón.
Sin franqueza, sinceridad y confianza recíprocas no hay amistad que se sostenga.
Sin embargo, la evolución humana nos ha regalado el don de la actuación, con la que el ser humano puede jugar a ser tu mejor amigo o cualquier cosa que su interés personal le pida y que su creatividad le permita.
Por ejemplo, un allegado o interesado puede planificar ir a visitarte al hospital y dejarte chocolates con frambuesas, tras un accidente de coche donde te has roto la pierna, y pretender que la visita se hace porque existe una amistad genuina entre ambos, cuando en realidad lo que hay es un interés de conveniencia, ya sea porque tienes dinero, eres famoso, o presidente de nación.
De frente, el allegado puede actuar a ser el amigo perfecto y detrás puede hundirte el puñal.
Pero llega un momento en que el farsante de la amistad, en un momento de exaltación interior, te enseña su verdadera naturaleza y entonces te das cuenta que has sido víctima de una traición imperdonable.
Quizás te lo merezcas, quizás no. Lo que está claro es que en política hay amistades peligrosas y al final te quedas solo con tus problemas.
José
Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño en la
ciudad de Washington, DC. Twitter: @jjmmortiz
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