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Familias de Policías Asesinados quedan en la pobreza y abandono

El drama que viven cinco hijos de un policía asesinado por las pandillas 


La viuda trabaja la tierra y lava ajeno para poder llevar un poco de dinero al hogar. No han tenido ayuda sicológica y económica.


En la casa prestada donde viven los cinco niños hay pobreza y necesidades en todos los rincones. Eso es lo que más abunda. Pero también hay muchos sueños y voluntad de salir adelante.

Trabajando la tierra y lavando eventualmente ajeno, una viuda busca todos los días cómo alimentar a los hijos de un policía asesinado por las pandillas.

La única niña de la familia cuida y juega con la vieja tortuga de juguete que le regaló su padre en un cumpleaños años atrás.

Ya no hace sonidos de música, está deteriorada, pero la menor la abraza y la muestra con ternura.

Dice que es el único recuerdo que le dejó el hombre a quien tanto admiraba y con quien se sentía segura, por lo que cuida el juguete como un tesoro.

Su hermano mayor le supera por un par de años, estudia octavo grado y es quien más le ayuda a su madre en los quehaceres.

Camina más de una hora para llegar a la escuela por caminos y veredas desoladas en un municipio que ha sido sacudido por la violencia, al sur de La Libertad.

Sueña con ser abogado y ayudar a su familia a salir un poco de la pobreza.

En los últimos meses el joven ha crecido un par de centímetros de sus piernas y ya alcanza los pedales de la motocicleta que era de su padre. Se atreve a arrancarla y moverla para que no se oxide.

Es el único objeto de valor económico que dejó el policía. Sin embargo, han estado a punto de venderla porque muchas veces a penas han tenido dinero para comer y pagar las necesidades básicas.

Iris muestra una de las pocas fotos que tiene de su esposo, mientras posó con el uniforme de la policía.
La viuda guarda la imagen como un tesoro. Foto/Lissette Lemu
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Todos los hijos del agente guardan algún recuerdo que les regaló en vida. Menos el último niño, quien está a punto de cumplir dos años de edad.

El agente fue asesinado cuando él aún se encontraba en el vientre de su madre. No lo conoció, pero en su honor, su madre le llamó con el mismo nombre que el policía.

Los huérfanos y su madre quedaron viviendo en una casa de paredes de barro y lámina, cortinas de plástico y piso de tierra.

Iris relata que “durante las fuertes tormentas habían goteras por todos lados y la vivienda era muy vulnerable e insegura”.

 José tenía planes de superación. Sus compañeros recuerdan que les comentó que pensaba remozar su casa, pero todo quedó en planes.

En junio de 2015, el policía fue emboscado y asesinado en una zona boscosa de La Libertad. Desde aquella fecha, la tristeza y las necesidades acompañan a la viuda y sus hijos.

Un vecino les ha prestado una casa para que vivan seguros, mientras la viuda paga los gastos de agua y energía eléctrica que muchas veces superan los 15 ó 20 dólares.

La espiral de violencia contra los policías se ha cobrado la vida de aproximadamente 200 agentes en los últimos siete años.

Varios de ellos han muerto durante enfrentamientos con los delincuentes y otros asesinados en sus viviendas o camino al trabajo.

Las muertes de los agentes han dejado decenas de niños y adolescentes huérfanos.

En el 90 por ciento de casos, los policías eran los que mantenían la economía del hogar. 

El caso de José es sólo uno de los muchos que revela cómo las familias de los policías quedan en la pobreza y en el abandono tras los asesinatos.

Los hijos del policía juegan con su mascota para entretenerse en un mundo de inocencia e incertidumbres.
Foto/Lissette Lemus
Iris relata que la falta de su esposo ha sido un impacto emocional difícil de explicar, sobre todo ella que estaba embarazada cuando ocurrió la tragedia. Aún no supera ese dolor que le trajo esos días oscuros.

“Es algo que derrumba un hogar, te deja sin oportunidades, sin sueños, sin el hombre que tanto admiraban sus hijos. Es duro y no sé cómo hemos vivido esta realidad”, afirma la viuda entre sollozos.

Ella es una mujer sencilla y de hablar suave. Creció en el campo y por eso no se rinde para trabajar la tierra.

Este año, con esfuerzo propio, sembró junto a sus hijos maíz y frijol en un terreno que han tomado prestado a pocos metros de su casa.

No hay otro camino. Está obligada a sembrar para asegurar los granos básicos que les permitan subsistir.

Además, cuando puede, vende golosinas o fruta de temporada, la que recoge de los árboles cercanos a la casa. 

Cuando la crisis económica golpea más, debe vender alguna gallina india por que cada mes es una angustia para pagar las facturas de los servicios de energía y agua. 

Iris expresa que de sus cinco hijos, el segundo es el que más sufre la ausencia de su pareja. Llora muchas veces cuando esta solo y se despierta asustado. 

También su cuarto niño pregunta por su padre. Afirma que los pequeños no han recibido ayuda sicológica de parte de ninguna institución, ni nadie les ayudó a superar el impacto emocional cuando supieron del cobarde asesinato de su padre el día que se dirigía hacia su trabajo. 

Un espaldarazo del presidente que no ha llegado a la familia Cuándo se le pregunta a Iris si ha recibido algún bono u cuota económico de parte del Gobierno, responde sin pensarlo que no.

También afirma que sus hijos no han recibido ayuda de nadie. Se extraña al escuchar que la Policía tiene una área para atender esos casos. 

Asegura que el Estado sólo le pagó los gastos fúnebres de su esposo. Dice que los padres o el hermano del agente, recibieron algún dinero, pero Iris no sabe quién o qué institución.

Tras la muerte de su esposo, entregó documentos a varias instituciones pero no recuerda con exactitud para qué eran.

En esos momentos estaba muy desorientada y poco recuerda.

“Me comentaron que de una institución le entregaron dinero a los padres de mi esposo. Pero de todo ese dinero no me dieron nada y tampoco a mis hijos. Me ha dicho otra muchacha que era esposa de un policía asesinado que vaya a preguntar a la PNC para ver si me dan alguna ayuda. La única verdad es que actualmente mis hijos no han recibido ninguna ayuda económica de nadie”, asegura la viuda.

El 12 de septiembre de 2015, tres meses después que José muriera, el Presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén, anunció durante un acto del “Buen Vivir” en Soyapango, el “programa de ayuda para familiares de agentes de la PNC asesinados”.

Una noticia publicada en el portal de la Presidencia de la República asegura que el mandatario afirmó esa mañana que: “Vamos a hacer entrega a estas familias de un bono que ya habíamos prometido, y que la Asamblea (Legislativa) aprobó para los esposos y esposas de los policías que dieron su vida por este país”.

Agregó que “El apoyo del gobierno también contempla un programa de becas de estudio para el extranjero para los hijos e hijas de los agentes fallecidos, el cual será coordinado a través del Ministerio de Relaciones Exteriores”.

De esto, Iris no ha recibido nada. Hasta ahora nadie del gobierno ha buscado a Iris y sus hijos, está desamparada y sola en un recóndito cantón de La Libertad.

Si usted quiere comunicarse con Iris puede hacerlo al número 7731-7251.

* La identidad de la madre ha sido cambiada por razones de seguridad.

Fuente:elsalvador.com
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